Parece que López Obrador se ha vuelto víctima de su propio humor involuntario, de pronto sus declaraciones parecen un chiste, algo así como un efecto secundario de su evidente delirio de poder, de su hybris, dicen los expertos.
Aquí va una joya del miércoles en su mañanera: “Ellos (los opositores) dicen que polarizamos, no, no, politizamos. Es decir fuera máscaras, ustedes están a favor de las élites, nosotros estamos a favor del pueblo y somos distintos”, y luego: “Ustedes tienen sus razones y las expresan o las esconden, pero de verdad no les cae bien el pueblo, no le tienen amor al pueblo, desprecian al pueblo y son racistas y clasistas. Porque se sienten superiores, ya sea por el color de la piel, porque hablan inglés o porque tienen títulos académicos de nivel de maestría”.
Pero, insiste, no polariza sino que “politiza”… ¿Neta?, ¿de verdad se está escuchando?, ¿alguien podría decirle algo?, ¿es acaso todo esto un mal chiste de cuarta?, ¡claramente, el señor polarizó en casi cada palabra que dijo!
A ver, el Presidente polariza, eso es un hecho, pero lo peor es que lo hace con una de las formas más clásicas y peligrosas de la división social: la lucha de clases.
López Obrador se aprovecha de la pobreza, marginación e ignorancia de la vasta mayoría de sus seguidores para venderles la idea de que aquél que tiene más lo tiene por corrupto, por ratero, por mezquino o por malvado.
López Obrador se aprovecha de los resquemores de una clase oprimida por muchas y variadas circunstancias para sintetizarlo todo en un culpable: “el fifí”.
¿Quién es “el fifí”?, francamente cualquiera con aspiraciones, cualquiera que considere el mérito y la cultura del esfuerzo como un eje de su vida, cualquiera que no se contente con las migajas y busque el pan con el trabajo digno que legítimamente debe ser bien recompensado.
Se puede resumir de una forma muy simple: “Yo no quiero tener las cosas que tú tienes, quiero que tú estés igual de jodido que yo”. Lo mismo: “Yo no quiero subir, quiero que tú bajes”. Lo mismo: “Yo no busco quién me la debe, busco quién me la pague”.
Da miedo, máxime porque en sus últimos días como presidente cuasi todo poderoso, Andrés Manuel se perderá más y más y más en su delirio.
Puede pasar a la historia como un hombre vestido de drama, caricaturizado en sus berrinches, en sus corajes, en sus ausencias de realidad.
Pero también puede pasar que bajo esa brújula tan extraviada, el país pague una factura altísima.
De Colofón
La Guardia Nacional sigue acumulando señalamientos por abusos de autoridad, por ejemplo, hace unos días, en un pequeño municipio de Guanajuato, se registró un grave incidente, de acuerdo a testimonios a los que he tenido acceso a condición de anonimato, varios elementos llegaron a amedrentar a los dueños y comensales de un conocido restaurante, incluso hubo disparos al techo con el resultado de un herido al que le terminaron destruyendo su teléfono celular.
La víctima no quiso denunciar legalmente porque, cosa rara, me dice que no confía en el sistema de justicia.
Y todavía faltan 661 días para que termine el sexenio.
@LuisCardenasMX