La mezcla de asuntos culturales y políticos frecuentemente resulta desafortunada. Uno de los mejores ejemplos de esto se encuentra en la vida musical del periodo soviético. Al triunfo de la revolución Lenin eligió a Anotoli Lunacharski como Jefe del “Comisariado del Pueblo para la Educación Pública” (Narkompros) que inundó al país de conciertos pero también inundó el mundo cultural de decretos, reglas y disposiciones burocráticas tales que la actividad de los artistas quedó sujeta a permisos de todo tipo: toda gira, programa o concierto requería aprobación previa.  La censura de prensa se estableció a fines de 1917 y unos años después se creó la “Dirección Central de la Literatura y el Arte” (Glavlit) cuyo decreto de creación establecía lo siguiente:
“El papel de la Glavlit es el examen previo de las obras literarias, de las ediciones periódicas y no periódicas, mapas, etc.  La Glavlit autoriza la publicación de obras impresas de todo tipo, establece listas de libros prohibidos y toma decisiones en lo referente a imprentas, bibliotecas, venta de libros”.
Todo esto desilusionó profundamente a muchos intelectuales al ver la transformación que tomaba la revolución y las medidas totalitarias impuestas. Ante la oposición de estos intelectuales Lenin declaró que; “la masa principal de la intelligentsia de la vieja Rusia es adversaria directa del régimen soviético”.
Con su característico sentido del humor el compositor Dimitri Shostakovich decía: “Me gusta mucho la música de Ilich”. Todo mundo se sorprendía al escuchar esto pues pensaban en Vladimir Ilich Lenin, mientras que Shostakovich añadía: “Me refiero, por supuesto, a Piotr Ilich Chaikovsky”.
Posteriormente llegó Stalin al poder y la situación empeoró aún más.  Se nombró como director del Conservatorio de Moscú a un fanático político quien en la primera reunión académica declaró ante el asombro de todos, que:
“Los solistas salen sobrando. Se debe acabar con el inútil sistema de educación que despierta en el estudiante el deseo de competir y el impulso de destacar personalmente a expensas de la colectividad, por tanto, quedan eliminadas las calificaciones, así como todos los exámenes, pues son reliquias burguesas pasadas de moda”.
Los resultados de esto no se hicieron esperar, un ejemplo fue el siguiente famoso Concurso Internacional de Piano de Varsovia.  La Unión Soviética envió a este importante evento a tres jóvenes pianistas con excelente formación en Marxismo-Leninismo que fueron eliminados en la primera ronda.  Se tuvo que dar marcha atrás, sin embargo, los artistas en pintura, escultura, literatura y composición musical, quedaban obligados a trabajar dentro del llamado “realismo socialista”, término definido por los burócratas del partido. El resultado fue un ambiente de terror acompañado de la reverencia a Stalin quien, decían los miembros del partido, “junto con Sócrates representa la cima de la inteligencia humana”. Una anécdota, de caustico humor negro, narra que, al terminar una reunión provincial del partido se dio, de pie, una ovación en honor de Stalin.  Nadie podía ser el primero en dejar de aplaudir, pero después de once minutos el director de una fábrica decidió que la ovación había durado suficiente, dejó de aplaudir y se sentó. Todos los demás asistentes siguieron su ejemplo y se sentaron, pero esa misma noche ese director ¡fue arrestado y acusado de sabotaje! 
Durante los peores momentos de esta época, Chaikovski era considerado un “espíritu degenerado, parásito de la aristocracia rusa”, Schumann “antisocial y ultra-individualista”, Chopin “esteta de salón, Scriabin “oscurantista y místico”, Bach “hombre de iglesia”, y Rachmáninov “bandido guardia blanco”. Grandes compositores como Shostakóvich, Prokófiev, Kachaturian, Kabalevski, Miaskovski y Stravinsky, entre muchos otros, fueron atacados y acusados de ser “reaccionarios imperialistas”, “enemigos del pueblo”, “burgueses decadentes”, entre muchas otras cosas y sus obras prohibidas, aunque posteriormente, ante la contundente evidencia de su originalidad y valor, fueron rehabilitados. Beethoven se salvó debido a “la esencia democrática de la Revolución francesa” y Musorgski por ser el “fundador de la tradición popular y revolucionaria en la música rusa”.
Muchos de los dramáticos desatinos de este periodo son narrados con humor negro por Carlos Prieto en su libro sobre Shostakóvich (F.C.E.). Recordemos que el término “humor negro” se refiere a un tipo de humor caracterizado por hacer ver desde una perspectiva hilarante situaciones que normalmente producirían miedo, horror, conmiseración o lástima.
 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *