“¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno?”. 

Juan Rulfo, El llano en llamas

 

Desde octubre de 2022 los pobladores de Mexicaltongo, un pequeño poblado en el municipio mexiquense de Jilotepec, se quejaban de un persistente olor a gasolina en el manantial que abastece de agua a su comunidad y a Sonayiquilpan, Estado de México, y Tula de Allende, Hidalgo. Pero como son gente pequeña, pobre, sin importancia política, nadie les hizo caso. El 31 de diciembre, a eso de las siete de la mañana, el manantial estalló en llamas. Areli Alcántara, una lugareña, lanzó el día siguiente un llamado de ayuda en Twitter, por la cuenta @AreliAlcan, con apenas tres seguidores: “Se está quemando nuestro manantial y no nos dan apoyo, es nuestro manantial donde tomamos agua y damos a los animales, por favor que nos ayuden”. 

Ninguna autoridad hizo caso, ni siquiera ante las llamas. Fue necesario que un grupo de lugareños bloqueara durante siete horas la autopista México-Querétaro el 2 de enero, causando enormes daños a quienes circulaban, para que Pemex se comprometiera a investigar el aparente caso de contaminación por combustible. El 2 por la noche, cuando las llamas llevaban encendidas dos días y medio, el presidente municipal de Jilotepec, Rodolfo Noguel, reportó que Pemex había aceptado visitar el manantial para determinar las causas del incendio. 

Los directivos de Pemex no quisieron hacer declaraciones. Ayer, de hecho, el director general de la empresa, el agrónomo Octavio Romero Oropeza, se presentó en la conferencia de prensa de Palacio Nacional para explicar, en palabras del Presidente, “cómo se produce el fertilizante y cómo se distribuye en una forma estratégica para que llegue finalmente a los productores en forma directa”. No dedicó una palabra al manantial en llamas de Mexicaltongo. Quizá recordó la frase de Juan Rulfo en El llano en llamas: es “gente de los pueblos”, no merece atención de los grandes señores del gobierno. 

Me han compartido varios mensajes de pobladores de Mexicaltongo. Uno dice: “Crecí en ese manantial. Mis abuelos, que en paz descansen, hacían uso del agua. Era una maravilla poder correr en el río, bañarse, lavar ropa. Si los abuelos de muchos de nosotros vieran lo que está pasando, su corazón estaría destrozado. Ellos nos enseñaron a respetar la tierra. Hoy mi corazón está lleno de tristeza”. 

Uno puede entender los accidentes industriales. México no es el único país que los sufre. Incluso aquí, cuando son generados por empresas privadas, la autoridad interviene, cierra instalaciones y obliga a una reparación del daño. Pemex, sin embargo, goza de una patente de impunidad; es industria, pero también gobierno, y eso le permite hacer lo que quiere, sin reconocer responsabilidades. 

El que desde octubre los pobladores de Mexicaltongo hayan señalado el olor a gasolina sin que nadie haya hecho caso, y el que tampoco haya habido atención cuando el manantial estalló en llamas, es una señal de la falta de sensibilidad de los responsables de esta contaminación. También lo es que no hayan aceptado investigar hasta que los pobladores bloquearon una importante vía de comunicación. 

En un país en el que ni la ley ni las instituciones le importan a la autoridad, los bloqueos se convierten en la única manera de conseguir justicia. Cuando la industria contaminante es propiedad del gobierno, ¿cómo puede un pueblo exigir que se detenga un proceso que lo lastima severamente? 

“Yo diría que es el lugar en el que anida la tristeza”, escribió Rulfo, también en El llano en llamas. Antes hervía de vida con las aguas del manantial, hoy arde en llamas con la gasolina de la que nadie se quiere hacer responsable. 

Fue Loret

Cuando le preguntaron ayer si la elección de Norma Piña como presidenta de la Corte había sido una derrota para él, AMLO contestó: “Es que no me ha respondido Loret de Mola. No me ha podido explicar cómo hizo tanto dinero”. La lógica no parece ser una de sus virtudes. 

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