El pasado 31 de diciembre partió el papa emérito Benedicto XVI, y con esto termina la era de dos papas; y el actual ya anunció su posible dimisión si empeora su salud. 

Así las cosas, esta situación dará pie a la lucha por el poder entre los diversos grupos de interés en el Vaticano, para ir perfilando el próximo cónclave del Colegio Cardenalicio y elegir a un nuevo obispo de Roma, cargo que lleva aparejados el de papa y jefe de Estado. Hay muchos interesados en llegar. 

Se requerirá de mucha astucia para controlar y armonizar las luchas intestinas entre las víboras y los cuervos, como decía el cardenal Bertone; además, el ‘lobby gay’ reformista del Vaticano y el conservador Opus Dei; los lefebvristas y el lobby masón; los desacreditados legionarios y los triunfantes jesuitas… sin faltar los ángeles y demonios, todos atizando la lucha política por el poder.

En la larga historia del papado se han entretejido vidas altamente espirituales con vidas truculentas, asesinatos, golpes de estado, amasiatos, guerras principescas, interminables luchas por el poder, mezquinos intereses y corrupción. En síntesis, se podría afirmar que es la historia de la humanidad plasmada en una de sus instituciones más representativas.

A la sazón de la renuncia del papa Benedicto XVI, el arzobispo de Buenos Aires, Víctor Manuel Fernández, expresaba que: “Para neutralizar a  la nomenklatura parasitaria, la casta política y cardenalicia de la Curia Romana, que se aferra a sus privilegios como si fueran un derecho natural, y poder preservar el rumbo de la Iglesia, es menester que el pontificado cambie de sede y se aleje de una ciudad históricamente pervertida por las conspiraciones y la mundanidad”. El papado podría ejercerse desde Bogotá, o cualquier otro lugar del orbe que no fuera Roma, porque la Curia Romana es prescindible.  

Joseph Ratzinger, antes de ser investido papa, fungió como cardenal encargado de la “Congregación para la Doctrina de la Fe”, antes la Santa Inquisición; fue un papa ultraconservador pues, como cardenal inquisidor, limitó en la pluma y el pensamiento a brillantes teólogos liberales como el franciscano Leonardo Boff, Samuel Ruiz, los alemanes Hans Küng y Eugenio Drewerman… Ya como papa, enfrentó el fétido hedor del encubrimiento de la pedofilia y la escandalosa corrupción en el IOR (banco vaticano); además, frenó cualquier reforma progresista sobre el celibato sacerdotal, el ministerio de la mujer, el aborto, los matrimonios del mismo sexo y los divorcios.  

La renuncia de Benedicto fue forzada por intrigas, robo de documentos secretos, golpes bajos y hasta un complot para asesinarlo; todo esto propinado por los que ansiaban sentarse en el trono de San Pedro. En expresión de L’Osservatore Romano: “El papa, un pastor rodeado por lobos. 

Entonces, el leitmotiv de las intrigas y guerra sucia contra el anciano papa, que ya no gobernaba, era meramente político: La lucha por el poder. Todo se orquestó desde la Secretaría de Estado, a cargo del poderoso cardenal Tarcisio Bertone, que hizo y deshizo a su antojo en los últimos años de enfermedad de Juan Pablo II y la avanzada edad de Benedicto XVI. La Santa Sede se volvió tierra de nadie, lo que propició una cruenta batalla por el control del poder que llevó a Benedicto XVI a la renuncia. “Los lobos, aunque se vistan de púrpura, se excitan con la sangre”.  

Según dio a conocer el diario La República, las conclusiones de la investigación que entregó Benedicto XVI al papa Francisco fueron demoledoras y desvelaban la existencia de luchas intestinas en el Vaticano, turbulentas relaciones sexuales, muchas de ellas homosexuales, y malversaciones económicas y lavado de dinero de los “banqueros de Dios”, miles de cuentas apócrifas en paraísos fiscales imposibles de identificar. Maciel supo explotar esta mina de oro… 

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) exige poner fin a la corrupción e impunidad en México. Pero estos santos varones de la élite vaticana que pelean por el poder, que se han erigido en la conciencia moral de la sociedad, que hacen escarnio de las fallas humanas y condenan desde sus altas investiduras a países, gobiernos y personas y exigen probidad, democracia y buenos resultados a los políticos, necesitan verse en un espejo, hacer un ejercicio de autocrítica y medirse con el mismo rasero. Recordemos en México, a Girolamo Prigione, Norberto Rivera, Onésimo Cepeda, frívolos sibaritas del edén dionisiaco, vidas opuestas al modus vivendi de Jesús y su prédica.

El gran pintor y escultor Miguel Ángel, en su famosa obra “El Juicio Final”, representó a un famoso cardenal justo a las puertas del Infierno, desnudo, con el cuerpo de Minos, el rey del Infierno, con orejas de burro y una serpiente enroscada en su cuerpo… Seguramente el famoso artista consideraba que un cardenal estaría más cerca de las puertas del infierno, que de la Gloria eterna.

 

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