Esta película ya la vimos y no termina bien. En 1934 el gobierno de México tenía 15 empresas paraestatales y para 1962 ya había 206. En 1982 José López Portillo alcanzó el máximo histórico de 1,155, según el recuento de Jacques Rogozinski. Estas empresas, en lugar de generar prosperidad y pagar impuestos, eran un verdadero agujero negro que sangraba al Estado. Sus pérdidas fueron una de las razones principales del desplome económico de 1982 y la década perdida de los ochenta. 

Hubo desde entonces una reducción muy importante en el número de empresas estatales, pero el presidente López Obrador está empeñado ahora en convertir nuevamente al Estado en empresario, solo que con directivos militares. No hay razón para pensar que esto vaya a tener resultados distintos a los de la docena trágica de López Portillo y Luis Echeverría. 

El 6 de enero el gobierno anunció que usará 816.8 millones de pesos de dinero del erario para comprar la marca y los activos que quedan de Mexicana de Aviación. Al parecer, la decisión es consecuencia de que el aeropuerto construido por el presidente, el AIFA, no ha logrado atraer un número suficiente de vuelos para ser rentable. La idea es que una aerolínea manejada por el gobierno logre lo que el mercado no ha otorgado. 

El gobierno no ha dado a conocer ningún estudio de factibilidad económica que sugiera que hay un hueco en el mercado para una nueva aerolínea. Tampoco se molestó en prepararlos para el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el AIFA. El nuevo aeropuerto ya está perdiendo carretadas de dinero. El único estudio económico que vale en este gobierno es una orden del presidente. 

A AMLO le parece muy fácil crear una aerolínea. “Para el año próximo ya estaría operando”, dijo el 19 de diciembre. Es muy fácil, piensa, alquilar aviones y ponerlos a trabajar. Es el mismo optimismo que lo llevó a afirmar que extraer petróleo es tan sencillo como poner un “popote” en el suelo para que brote crudo o el que lo impulsó a decir que distribuir medicamentos en todo el país es tan fácil como llevar refrescos y golosinas a la punta del cerro. 

La verdad es que el negocio de la aviación es uno de los más complicados del mundo. Por eso son tan frecuentes las quiebras de aerolíneas. Recordemos nada más en México a Aerocalifornia, Aerolíneas Internacionales, Alma, Aviacsa, Interjet y Taesa, entre otras. Está también la bancarrota de Mexicana, pero incluso Aeroméxico estuvo en quiebra técnica hasta marzo de 2022 para reestructurarse financieramente. Se atribuye a Alan Greenspan la idea de que la aviación comercial es el único negocio que, una vez sumado todo, ha perdido más dinero del que ha ganado a lo largo de su historia. 

El Estado empresario, sin embargo, pierde dinero incluso en negocios que deberían ser rentables. El año pasado las petroleras del mundo se cansaron de ganar dinero, pero nada más en el tercer trimestre Pemex perdió 52,033 millones de pesos. Entre 2019 y 2021, los tres primeros años del gobierno de López Obrador, la pérdida acumulada de Pemex fue de 881,800 millones de pesos, según Diego Díaz del IMCO. 

Lo peor es que cuando el Estado pierde dinero en aventuras empresariales deja de gastarlo en sus funciones necesarias. Lo que hoy necesita la aviación comercial de nuestro país no es una nueva aerolínea sino recuperar la categoría 1 de seguridad aérea; pero el presidente está más interesado en jugar con avioncitos y trenecitos que en cumplir con sus responsabilidades de gobierno. 

Golpistas

Coincido con el tweet de AMLO condenando el intento golpista contra Lula en Brasil. Pero hubo intentos similares en Washington el 6 de enero de 2021, cuando Donald Trump trató de impedir la ratificación de la elección de Joe Biden, y el 1 de diciembre de 2006, cuando los seguidores de AMLO intentaron frenar la toma de protesta de Felipe Calderón. 

www.sergiosarmiento.com

 

Jugar con avioncitos.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *