El concepto de “capacidad” en filosofía de la ciencia introducido por Nancy Cartwright es bastante polémico y, por razones que en seguida se muestran, no ha sido ordinariamente aceptado dentro de las comunidades científicas y filosóficas.
Cartwright es asociada académica del Departamento de Filosofía de la Ciencia de la London School of Economics así como profesora de la Universidad de Durham y de la Universidad de California en San Diego.
Sus libros “How the Laws of Physics Lie” (tr. ¿Cómo mienten las leyes de la física?) y “The Dappled World” (tr. El mundo parchado) han generado enorme interés y discusión dentro de las comunidades académicas especializadas del mundo.
Cartwright considera que las propiedades de los objetos vienen dadas por sus “capacidades”, estas tendrán diferentes manifestaciones dependiendo de la situación que se esté analizando. Por ejemplo, según la ley de Coulomb dos objetos cargados negativamente experimentan una fuerza repulsiva provocando un movimiento que las aleja.
El movimiento que realicen los objetos, ya sea acercarse o alejarse, es considerado resultado de las capacidades de las cargas. El uso del término capacidad como definición de las diferentes propiedades de los objetos, se puede entender mejor recordando las definiciones de acto y potencia de Aristóteles; la potencia es la posibilidad que tiene un ente de llegar a ser algo. Es notable la similitud que esto tiene con el término capacidad de Cartwright sin ser necesariamente idéntico. Otra forma de comprender el concepto de capacidad en el sentido usado por Cartwright es, como ella misma lo hace, apelando a las ideas económicas de John Stuart Mill.
Mill creía que las leyes de la economía política y las leyes de la mecánica son similares y describen no lo que las cosas hacen sino las tendencias que tienen. Este término en economía se usa con relativa frecuencia, por ejemplo, tomemos la afirmación: El aumento de impuestos “tiende a incrementar” los precios; Esto es similar a la ley de atracción gravitacional de Newton que establece que las masas “tienden a atraerse”.
Es fundamental señalar que para Cartwright las fuerzas físicas no existen, sino solo las capacidades. La definición de capacidad de Cartwright genera muchas interrogantes y por tanto su uso es ampliamente cuestionado. Una crítica fundamental al empleo del concepto de capacidad radica en que su uso pareciera evitar encontrar las causas reales de un fenómeno físico. En seguida se presentan dos ejemplos representativos de estos problemas.
Sabemos que el átomo de Hidrógeno está constituido por un electrón, un protón y un neutrón, por lo que cada uno de estos componentes tiene una capacidad distinta cuando están interactuando. Al considerar la capacidad de atracción entre el electrón y el protón, expresada por medio de la ley de Coulomb, vemos que esta ley no explica por qué el electrón se mantiene girando en una órbita fija en lugar de ser atraído por el protón y colapsar en el núcleo atómico.
Los postulados del modelo atómico de Bohr resuelven este problema pues establecen que las órbitas electrónicas permitidas son un conjunto discreto en las cuales el momento angular del electrón es igual a un múltiplo entero de la constante de Planck. Sin embargo, podemos preguntar: ¿Cómo sabe el electrón y el protón qué capacidades deben mostrar? ¿Las de dos partículas cargadas que se comportan de acuerdo a la Ley de Coulomb? O ¿Las de dos partículas que se comportan de acuerdo a los postulados de Bohr? Desde luego, el electrón y el protón no son sujetos, por lo cual no puede saber nada, sino que poseen –según Cartwright– capacidades causales (características propias) que, en las circunstancias adecuadas, producen acontecimientos o efectos observables.
Otro ejemplo del problemático uso del término capacidad es el siguiente. En 1897 el químico alemán Felix Hoffmann (que trabajaba en la empresa farmacéutica Bayer), descubrió el ácido acetilsalicílico, principio activo de la Aspirina. Se trata de un éster acetilado del ácido salicílico.
La actividad farmacológica de los extractos del sauce (su acción analgésica, antiinflamatoria y antipirética) ya era conocida en el antiguo Egipto desde 1,500 años B.C. y está expuesta en los Papiros de Ebers.
También en la antigua China se utilizaba la corteza del sauce para aliviar los dolores reumáticos. Lo que era desconocido era una explicación científica justificando la acción farmacológica de esta sustancia. No fue hasta 1971 cuando el científico británico John Robert Vane descubrió el mecanismo por el cual el ácido acetilsalicílico presenta una acción analgésica: se debe a su capacidad para inhibir la síntesis de prostaglandinas, inhibiendo concretamente la enzima ciclooxigenasa, este descubrimiento le valió el Premio Nobel en 1982.
Podemos ver que el avance científico permitió dar una explicación del efecto de la aspirina no en base a misteriosas e inexplicables “capacidades” sino a partir de la química molecular moderna. Desde luego, desde el punto de vista de Cartwright, se puede argumentar que lo anterior se debe a que las capacidades de la aspirina inhiben la enzima ciclooxigenasa.