Recientemente en Brasil, la Izquierda y su candidato Lula da Silva ganaron las elecciones presidenciales en segunda vuelta, de manera clara e indubitable, de tal manera que los organismos electorales le otorgaron el triunfo sin regateo alguno.
Pero la ultraderecha, mala perdedora y fascista, exigía a los militares que dieran un golpe de Estado, derrocaran a Lula da Silva y sentaran en la silla presidencial al milico, el ex presidente Bolsonaro. Así las cosas, el domingo pasado, miles de partidarios asaltaron la sede del Congreso, del Supremo Tribunal de Justicia y el Palacio Presidencial.
Esto trae un déjá vu del seis de enero del 2021, un día oscuro en la historia de las instituciones de los Estados Unidos: Caos, muertos y heridos, durante el violento asalto al templo de la democracia por parte de turbas de ultraderecha. Con un discurso de incitación a la violencia, el presidente Trump arengó a sus seguidores a tomar el Capitolio y dar un golpe de Estado, acusando a Biden de socialista, y haber cometido fraude electoral.
El republicano (el Tea Party) Donald Trump intentó robarse la elección que ganó su adversario demócrata. Para ello se valió de ultras de Derecha que se guían por creencias, que no por ideas y, por lo tanto, serían fácilmente manipulables: ¡Hacer creer! el arte de la política sucia que tantos gobernantes practican.
El asalto al Capitolio en Estados Unidos y Brasil son una prueba fehaciente de lo que la ultraderecha es capaz de hacer en aras de imponer su visión del mundo. Recordemos que gente como esta asaltó e incendió el Parlamento alemán en 1933, lo que terminó en la II Guerra Mundial.
Es decir, la Derecha fanática, intolerante y dogmática, prefiere un golpe de Estado, un gobierno militar, en lugar de aceptar la decisión de las mayorías en tratándose de triunfos de la Izquierda socialista. “No es la conciencia lo que determina el ser social, sino el ser social el que está determinando la conciencia”: Marx. A este le toca hacer el análisis y la crítica de la Historia como una lucha de clases, las falsas ilusiones con las que alienan al proletariado.
No olvidemos que en México fue la presión guerrillera, no la Derecha, que obligó al presidente López Portillo a legislar la “Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales” (LFOPPE), con la que comenzó el proceso de transición democrática en el país; se avanzó de un partido hegemónico a un modelo pluripartidista: la guerrilla entregó las armas, a cambio de que esta se pudiera expresar libremente en las urnas y formar parte de los partidos políticos. Históricamente, las izquierdas han sido perseguidas y asesinadas en México, porque así lo dictaban los oligarcas de las buenas conciencias.
Pero ¡cuidado! en México también existen los ultras, que mezclan la política con la religión, en una visión moralizante por parte de un Estado confesional. Sectarios iluminados, empresarios conservadores, meones de agua bendita y algunos integrantes del Consejo Mexicano de Negocios, los 50 más ricos de México, pusieron el grito en el cielo y se desgarraron las vestiduras en el 2006, cuando el candidato de la Izquierda, AMLO, encabezó un plantón pacífico en Paseo de la Reforma en protesta por el resultado de las polémicas elecciones.
Lo anterior no tiene punto de comparación con los vergonzosos asaltos violentos de la Derecha golpista a las instituciones en Brasil y Estados Unidos, entre otros; sin embargo, las buenas conciencias en México guardan silencio, permanecen mudas ante los terribles ataques a la democracia de parte de los ultras conservadores, que México también los ha padecido…
Pero no podría ser de otra manera. Algunos de estos empresarios, que se rasgaron las vestiduras con aquel plantón en Reforma, y que les había ido muy bien en sexenios pasados con su cercanía al poder presidencial, actualmente financian, aplauden y rezan por el éxito de los golpistas de FRENAA que pretenden tumbar al Presidente de México, legítimamente electo. Son golpistas, esto es un movimiento espasmódico de la Derecha empresarial y de la ultraderecha católica. Pese a que son un número pequeño no dejan de ser un peligro… Los asaltos a la democracia en Brasil y Estados Unidos lo confirman.
En el discurso de los ultras siempre habrá una justificación para desdeñar al adversario, reducirlo a enemigo a quien hay que destruir. Sus discursos son de visión maniqueísta y moralizante. Sus mensajes siempre están cargados de fatalidad hacia el futuro, no pretenden el diálogo, sino la eliminación del otro. Sería ingenuo imaginar el pensamiento único en la interpretación del mundo, los ultras y los “ismos” también son legítimos, en tanto respeten la visión del otro y no intenten imponer su moral al ciudadano, ni eliminar al adversario.
“Sólo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo, sin necesidad de aceptarlo”: Aristóteles.