Nacimos por el rumbo del templo del Espíritu Santo, en la Colonia Industrial, como se ubicaban algunos barrios o zonas de León, por los templos o iglesias que abarcaban a los feligreses de esas colonias o demarcaciones. 
Ese polígono se extendía desde la calle San Miguel de Allende hasta la calle Apaseo, cerca del Parque Hidalgo (Este-Oeste) y por las calles que topaban con el lecho del río Mariches al Norte, como la calle Purísima de Bustos, y hasta la calle Salida a San Juan por el Sur.
Otras colonias cercanas eran Bellavista con los templos de la Virgen del Carmen y de Santa Teresita; Chapalita con el templo de la Virgen de Fátima hacia arriba, que empezaba a poblarse, cerca de una pequeña laguna, de allí su nombre; la colonia Moderna que colindaba con el Parque Hidalgo y el templo de la Divina Providencia; la colonia o barrio de San Antonio al otro lado del río Mariches, donde topaba la calle Cuitzeo; ya más arriba hacia la salida a la carretera Panamericana a Lagos de Moreno, continuación de la calle principal Emeterio Valverde y Téllez, las nacientes colonias Piletas, España, Vista Hermosa, San Martín de Porres, así como la construcción fastuosa del templo de San Juan Bosco y la capilla de Santo Dominguito Savio, impulsadas por el muy querido señor cura Tomás Becerra.
En los festejos tradicionales de estas zonas urbanas coincidentes con los santos patronos de las iglesias, aparte de los tradicionales juegos mecánicos y pirotécnicos, la infaltable quema del castillo y del torito, el día crucial del festejo se instalaba un foro, en donde se presentaban grupos musicales, mariachis, bandas de viento y cantantes, varios cantantes; pero recuerdo que a mi corta edad de un niño de diez años, me impresionaba y me gustaba mucho ver a un bailarín sui generis, joven adolescente, muy formal en su vestimenta, traje con corbata o moño, muy ágil y con movimientos o pasos de baile muy originales, muy propios, con mucho lucimiento; bailaba de todo tipo de ritmos, swing, mambo, charleston, cha-cha-chá, boogie-boogie, rumba, yenka y rock and roll y posteriormente el famoso ritmo del twist.
El bailarín era mi vecino a la vuelta de mi casa, por la calle Cuitzeo; allí ensayaba durante la semana de lunes a viernes por las tardes, en una casa cuyo traspatio estaba adaptado para espectáculos con un tapanco, con telón y butacas para el público a manera de teatro. Él se hacía llamar al principio Tony o Antonio “El Máquina”, porque a su mamá, muy conocida en el rumbo, le llamaban María “La Máquina”, precisamente porque bailaba sin aparente cansancio, y de allí heredó el mote.
Al paso del tiempo, la fama urbana del bailarín tan singular creció hasta ser conocido en otros barrios y colonias, como en San Miguel, El Coecillo, en Santiago, la Llamarada, la Garita y ya se había presentado en el centro de la ciudad para las fiestas de la catedral en los festejos de la Virgen de la Luz; hacia los años de 1963-1964 cuando surgió y tuvo mucho éxito el ritmo del twist, de pronto en una presentación que recuerdo muy bien en la naciente radiodifusora XELEO, en un festival artístico lo presentaron ya con un nuevo nombre: “Tony Twist”, así se hizo llamar y no sé si  fue ese nombre o su progreso constante en su arte de bailar, lo que influyó para que fuera más conocido en la ciudad; allí se habían presentado otros grandes artistas de la época que en ocasiones venían en la “Caravana Corona”, o en eventos especiales, como María Eugenia Rubio “La reina del twist” con su éxito “Prende una mechita”.
Cuando platicaba con alguno de los vecinos y familiares que lo admirábamos comentaba que su meta, ambición o ideal, no era irse a la Ciudad de México y triunfar allá, presentarse en el Teatro Blanquita o en la televisión nacional, sino algo más sencillo, más local, más cándido: solo quería presentarse para el público leonés en uno de los foros, entonces más populares de León, “El Teatro del Pueblo” de la Feria de León. Curioso deseo y obsesión el de este bailarín popular, pero su razón tenía, pues ya don Ángel Vázquez Negrete, presidente municipal de León (1964-1966), había otorgado un impulso muy popular a los valores artísticos leoneses y recomendaba a los organizadores de este gran evento anual que fomentaran el espíritu de apoyo a los personajes locales en todos los ámbitos; fue así que se formaban concursos semanales que se difundían por la radio y culminaban en el Teatro del Pueblo el día 20 de enero, aniversario de la fundación de nuestra ciudad, con transmisiones radiofónicas en vivo y directas.
Quien triunfaba y se presentaba en la Feria de León en el “Teatro del Pueblo” tenía trabajo seguro todo el año en diversas presentaciones, ya fuera grupo musical, orquesta, trío, cantante, imitador, cómico, mariachi, o en el caso de este relato, un bailarín talentoso.
Por fin el sueño de Tony Twist se hizo realidad y su esfuerzo fue recompensado hacia la Feria de León de 1966, el mero 20 de enero, en el Teatro del Pueblo auspiciado por una radiodifusora; en la final del concurso de aficionados leoneses, en un festival artístico, bajo el marco musical de la Orquesta de Lupe Hernández, otro gran músico legendario, valor de nuestra localidad, se presentó el ¡bailarín leonés Tony Twist! Así lo anunció el locutor de apellido Quiroga de la O.
Lo recuerdo perfectamente, con su traje gris plata brilloso, con vivos de terciopelo negro en las solapas hasta rodear su cuello, su moño de smoking color azul turquesa encendido y sus zapatos de charol negro; esa noche se lució arrancando los aplausos de un numeroso público que llenó el lugar incluso en los espacios más reducidos y de pie lo despidieron; rozaría los 26 o 27 años de edad, de estatura aproximada de 1.75 metros que a mí me parecía muy alto, ya había embarnecido más y su cuerpo era más musculoso de cuando lo había conocido; tenía una breve separación en sus dientes incisivos que se percibía al sonreír, sudoroso y satisfecho de su actuación. Esa ocasión escogió a tres distintas bellas jóvenes vestidas ad hoc para cada ritmo que bailó.
Los años posteriores supe que se presentaba en algunos centros nocturnos de la época, como el “Bar La Cabaña”, o en “El Chapala Palace”, en graduaciones escolares de preparatoria, festivales regionales y en las ferias de Aguascalientes, de San Luis Potosí y de Zacatecas.
Cuando me ausenté de León para estudiar en la Ciudad de México ya no supe más de él; de vez en cuando preguntaba a mis papás y hermanos, pero tampoco me informaron. Hoy lo recuerdo por estas fechas del aniversario de la fundación de nuestra ciudad y porque en la Feria de León se han  olvidado de aquella noble intención de don Ángel Vázquez Negrete de otorgar relevancia y preferencia a nuestros valores locales, o al menos concederles un espacio y oportunidades. 
Ahora sé que su nombre fue adoptado por un jugador canadiense de Hockey, Anthony Rory, “Tony Twist”, también toda una leyenda en ese ámbito deportivo. Coincidencias de la vida.

(Artículo publicado en el libro de mi autoría “Personajes Destacados de Reflexiones Dominicales”, Editorial Meridiano, S.A. de C.V. págs. 177-180).
 

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