Es una mezcla generalizada de sentimientos: “indignación que causa enojo”, “apetito o deseo de venganza”. Son las primeras acepciones de la RAE de la palabra “ira”. En el caso de la ministra merodea la ira. Pero ese sentimiento no es buen consejero.
Qué le quiten el título, qué la saquen de la Corte, qué espera la UNAM. Declaro un conflicto, emocional. Es diferente. Mi formación académica se la debo a la UNAM. Buena parte de mi vida laboral -profesor, investigador y cargos administrativos que me honraron- profundizaron mis vínculos con la UNAM. Quiero a la Institución, que como todas tiene flaquezas. Cuando acudo a algún concierto, a la espléndida sala Nezahualcóyotl, o paseo en bicicleta y contemplo la biblioteca ideada por Juan O`Gorman, o leo la Gaceta UNAM que atraviesa por una excelente época, al igual que la Revista de la Universidad, recuerdo algunas de las enseñanzas que no estuvieron en la matrícula escolar. También recuerdo a rectores como Soberón, Sarukhán, Carpizo o el mismo De la Fuente, todos enfrentaron retos enormes. Con Graue no tengo relación, eso me libera para escribir estas líneas.
La primera enseñanza es la pluralidad. A pesar de que el “pensamiento único” merodea en el mundo, en la UNAM se aprende a respetar las diferencias. La segunda es sencilla, conceptualmente: más cabezas piensan mejor. El problema es vivir a su altura. Las decisiones relevantes de la UNAM cruzan por cuerpos colegiados: Junta de Gobierno, Consejo Universitario, Patronato, Consejos Técnicos, Colegio de Directores y muchos otros, desde la base hasta la cúpula. Esa estructura es un importante ejemplo civilizatorio. Pero no es fácil guiar a esa enorme y compleja institución.
Reviso el discurso del Rector Graue y me parece que aborda sin desvíos el espinoso asunto. Basado en al análisis del Comité de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón, ahí se afirma: “existe una copia sustancial…” en el trabajo de la hoy ministra. “La falta de integridad académica… no sólo es inadmisible, sino que ha lastimado severamente a la UNAM y a decenas de miles de estudiantes, académicos, tutores de tesis y egresados…” Continúa Graue, “El plagio de una tesis no es cosa menor; es una conducta reprobable, una usurpación de ideas y talentos. Es un acto que pone en entredicho la ética y la moral de quien lo comete, y ofende a quienes se esmeran en cumplir con este requisito académico.” La condena es clarísima. Pero el jurídico considera que la UNAM carece de las facultades para retirar o anular un título profesional. Nada se cierra, las consultas siguen en la Facultad de Derecho y en Investigaciones Jurídicas y con eméritos. El debate público -dice Graue- se ha diversificado, hay voces que difieren.
Pero en la UNAM “debe prevalecer, en todo momento, la cultura de la legalidad y de la verdad”. Después anuncia las medidas adoptadas para evitar casos tan penosos como el de la ministra. “Comprendo -dice el Rector- que nada de lo anterior redime la indignación… que sentimos…” ante la posibilidad de que el caso quede impune. Intramuros y extramuros se estudian las medidas viables que respeten el debido proceso. El senador Germán Martínez ha presentado una solicitud de “Juicio político”. Otros juristas remiten a la ley de profesiones en su artículo 67 en el cual “…a solicitud y previa audiencia de parte interesada”… se puede cancelar la inscripción de un título.
Increíble, pero en paralelo un diputado de MORENA plantea una iniciativa -disfrazada de severidad- que propone que el plagio expire… a los cinco años.
Exigir que las instituciones cumplan con aquéllo para lo están facultadas, es un impulso social muy sano. Pero guiarse por la ira, puede provocar juicios sumarios.
La ministra se irá -como sea- en el descrédito. Pero Némesis, la diosa de la venganza, nada tiene que hacer en la UNAM.
PD: CONACYT perdió. Tagüena, Franco, Dutrénit, de León Zamora y Bonilla, quedaron exonerados. ¡Qué vergüenza para su directora!