A las ocho de la mañana, a la entrada de sus oficinas al norte de Cuernavaca, fue asesinado a quemarropa el presidente de Bienes Comunales de Santa María Ahuacatitlán, Lucio Ruiz. La gente que se hallaba cerca corrió a auxiliarlo, pero a la llegada de los servicios de emergencia, Ruiz estaba muerto.

Había recibido amenazas de grupos del crimen organizado involucrados en el despojo de tierras.

Eran los primeros días de 2023 y todo había entrado en crisis en el estado de Morelos.

El día 6 hubo 15 asesinatos en 24 horas. El Inegi informó que ocho de cada diez habitantes de Cuernavaca sienten miedo de vivir en la capital del estado, en donde la percepción de inseguridad abarcó a 82.5% de la población, cifra muy por encima de la de la media nacional que hoy es de 64.2%.

En septiembre la percepción de inseguridad en Cuernavaca era de 77%. Hoy se acerca a los niveles de Ecatepec, Naucalpan y Ciudad Obregón.

En las primeras semanas del año las redes sociales han dado cuenta, mediante la viralización de videos, de ese panorama de terror. Un hombre al que citaron en la colonia Chipitlán con el pretexto de comprarle su auto fue asesinado a tiros –y además robado. Las cámaras se seguridad graban asaltos en la vía pública, robo de autopartes y robos a negocios.

Los asaltos en el transporte público se han vuelto cosa de todos los días, por no hablar de las ejecuciones y de la aparición de cuerpos torturados.

El secretario general de la Conferencia Episcopal Mexicana, Ramón Castro, consideró un fracaso la estrategia federal de seguridad y dijo que la mala fama que se le ha hecho a Cuernavaca en cuanto al tema de inseguridad “tiene que terminar”.

Pero la mala fama no termina. Tampoco el rosario de horrores, de atrocidades, de ejecuciones: en la colonia Texcaltepec desconocidos acribillan a padre e hijo, y en Santa María Acahuacatitlán despedazan a tiros a dos hermanos que conversaban junto a su auto.

En la colonia Lienzo Charro fue abandonada una cabeza humana, y no se encontró el cuerpo. En la colonia Lagunilla, junto a un salón de fiestas, balacearon desde un auto a dos sujetos y les dejaron a un lado un mensaje de amenaza.

La gente afirma que la vía pública se ha vuelto un sitio peligroso y al mismo tiempo tiene una mala opinión de las autoridades encargadas de la seguridad pública.

La inseguridad se respira también en Cuautla, la segunda ciudad más importante del estado, en donde las tasas de robo de vehículo y secuestro están por encima del promedio nacional.

Morelos es una olla de aceite hirviendo. A todo esto se suma el rompimiento entre Hugo Eric Flores, dirigente del Partido Encuentro Social, PES, con el gobernador del estado, Cuauhtémoc Blanco.

Flores, bajo cuyo cobijo llegó Blanco al poder, acusa ahora al exfutbolista de haber incurrido en actos de corrupción y hechos ilícitos.

Dice que le consta que el gobernador termina sus reuniones de trabajo hundido en francachelas que se extienden hasta las altas horas de la noche:

“En medio de juergas y borracheras disfrazadas de reuniones de trabajo, Cuauhtémoc Blanco toma sus decisiones y planea ataques políticos”, declaró.

En Morelos, municipios enteros están tomados por el crimen organizado, quien tiene a los alcaldes y las policías a su servicio.

Documentos del Ejército, hackeados por el colectivo Guacamaya, acusan al gobernador de haber establecidos acuerdos con Raymundo Isidro Castro Salgado, líder de Guerreros Unidos.

La revista Proceso ha revelado la existencia de una red criminal que vincula a funcionarios del gobierno de Blanco con Los Rojos y el Cártel Jalisco Nueva Generación.

A esto debe agregarse un video en el que cerca de un centenar de sicarios del Cártel Jalisco, embozados y con armas de alto poder, anuncian al estado de Morelos:

“Ya estamos aquí” y “Cuernavaca ya tiene dueño”.

Las señales de que una olla está hirviendo están por todos lados.

Tal vez ya se volcó, o está a punto de hacerlo.

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