Cuando fueron a la toma de protesta de López Obrador como presidente de México, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo Lázaro se quedaron asombrados. En todo el discurso, no hubo una sola referencia a la lucha democrática del ingeniero en la década de los ochenta, ni una mención al considerado “líder moral” de la izquierda mexicana.

“Mi papá y yo tuvimos que ver el discurso otra vez porque no podíamos creer que ni siquiera lo hubiera mencionado”, dijo Lázaro Cárdenas Batel a sus allegados. Recordó que hasta Vicente Fox siendo panista, cuando tomó posesión, se ubicó como quien recibió la estafeta de Cárdenas para romper con 80 años del PRI. Y contó que le había preguntado a su padre qué pensaba del desdén y que le respondió que no le sorprendía, que Andrés Manuel no es un hombre leal, no es un hombre agradecido, no es una buena persona.

No había sido el único desplante de López Obrador ante la dinastía cardenista tras su triunfo en 2018: durante toda la transición, el presidente electo alimentó la idea de que encomendaría Pemex a Lázaro, al grado que él tuvo reuniones con el equipo saliente del gobierno de Peña Nieto. Qué mejor que encomendar Pemex al nieto del general que nacionalizó el petróleo. Pero no sucedió. Al final, Cárdenas Batel resultó arrumbado en una cuasi inexistente y descafeinada coordinación de asesores, en donde lleva cuatro años pesando poco y pintando menos.

Ayer, el presidente AMLO fue más allá y declaró al ingeniero Cárdenas un adversario político, un conservador moderado. Todo, a consecuencia de la participación del ingeniero en el frente opositor “Méxicolectivo” organizado por Dante Delgado, dirigente de MC. Quizá cuidando la chamba de su hijo Lázaro, Cuauhtémoc Cárdenas emitió un comunicado posterior admitiendo que participó en la gestación del colectivo, pero que luego se separó. A ver si AMLO recula hoy.

Porque lo que hizo ayer fue una especie de parricidio político. Cuando López Obrador era solo un destacado dirigente social tabasqueño, Cárdenas lo respaldó y lo volvió figura en todo el país. AMLO no hubiera sido dirigente nacional del PRD sin el impulso de Cárdenas. AMLO no hubiera sido jefe de Gobierno sin la bendición y hasta el cabildeo de Cárdenas para sacudir los impedimentos incluso legales para que contendiera. AMLO no hubiera sido el candidato a la Presidencia en 2006 si Cárdenas no hubiera tenido el gesto de cederle el paso.

Pero hay algo que siempre ha pesado más en López Obrador: le tiene celos al ingeniero. No tolera que se coloque a Cárdenas como “líder moral de la izquierda”. Para AMLO sólo hay un lugar en la historia y es el propio. Para AMLO sólo existe AMLO. Lo de descalificar al ingeniero es sólo una muestra de lo que los mexicanos hemos atestiguado en cuatro años de gobierno: la triste descomposición de un luchador social de formidable cercanía al pueblo a un político soberbio, carcomido por el odio y la sed de venganza, y que tiene con quienes lo ayudaron la gratitud de un miserable.

 

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