Ayer el presidente estaba de buenas. “Vamos a presumir un poco -dijo– para que se enojen un poquito más, que ya no deben de enojarse tanto”. Pasó a ofrecer una serie de datos que buscaban demostrar lo bien que está la economía mexicana.

Empezó por las remesas: “Cincuenta y ocho mil 897 millones de dólares, 13% más que el año pasado. Muchas gracias, paisanos, muchas gracias”. En cuanto a los programas sociales, señaló: “Imagínense, somos 35 millones de familias y estamos con los programas sociales llegando a cuando menos con un apoyo a 25 millones. y vamos a aumentar”. En empleo, “llegamos a 21 millones 640 mil en diciembre. Y este dato es importante, 279,059 empleos más que en febrero del 20, que fue la pandemia. Pero hay otra cosa, sobre el promedio del salario, 14,802, también va en aumento al mes, promedio.”. Presumió también la apreciación del peso frente al dólar. 

“Espérense, es para el archivo de vanidades”, continuó. “Inversión extranjera, ahí también, y van a llegar más. Crecimiento, también ya empezamos, ya estamos como antes de la pandemia y nos quedan tres años. Si logramos crecer 3%, como el 22, [el] 23 y 24, tendríamos un promedio en el sexenio, a pesar de la pandemia, de 1% de crecimiento. Con eso pienso que sería una hazaña, porque miren esta caída, esto no se había dado desde 1930, y levantarnos de esto”. Mostró una tabla de crecimiento en 2022 de distintos países, con México a media tabla, con 3%, y siguió con la inflación, “que estoy seguro de que va a bajar para el próximo dato del Inegi, pero también, como es un asunto mundial”.

La expansión de 3% en 2022 es, efectivamente, un logro, aunque en el cuarto trimestre se registró solo un avance de 0.4% trimestral, que anualizado, nos daría apenas un 1.6%. El FMI ha subido su previsión de crecimiento para México en 2023, pero solo de 1.2 a 1.7%. No está mal, pero estamos lejos de ese 3% con el que sueña López Obrador.

Apenas estamos regresando al nivel económico que tuvimos antes de la pandemia, pero estamos debajo todavía de donde empezamos el sexenio, tanto en términos nominales como per cápita. El crecimiento de empleos formales ha sido muy positivo, pero el presidente olvidó decir que la caída de 345 mil empleos en diciembre supuestamente se iba a evitar con la prohibición del outsourcing, pero se incrementó sobre el año anterior. La fortaleza del peso es consecuencia de un manejo prudente de las finanzas públicas y del aumento en las tasas de interés. Las remesas, lejos de ser un reflejo de buenas políticas económicas, son un signo de los problemas del país.

México debería estar viviendo una gran bonanza. El nearshoring de las empresas internacionales ante las barreras a China debería beneficiarnos. Ante esa oportunidad, el 3% de 2022, o el 1.7% que el FMI prevé para este 2023, son decepcionantes. Y no sorprende. Cuando las empresas quieren establecerse en México se dan cuenta de que no hay electricidad –y la que hay es sucia–, ni gas, ni seguridad. El problema no lo perciben los millones que reciben dádivas gubernamentales, pero en el largo plazo nos empobrece a todos. Es verdad que han crecido los compromisos de inversión extranjera, pero la inversión fija bruta, la que cuenta, sigue estando por debajo de los niveles previos a este gobierno.

No es cuestión de enojarse o de festejar, sino de ver las cifras con objetividad. El 2022 no fue un mal año. ¡Qué bueno! La prosperidad, sin embargo, se construye con inversión, que no estamos teniendo. 

Mentiras

Resulta que Baker Hughes mintió. La división norteamericana de la empresa, cuyo exdirector arrendó la Casa Gris a la esposa de José Ramón Beltrán, hijo del presidente, sí tuvo contratos con Pemex (MCCI). Eso cambia las cosas. 

 

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