Impactante la hipersensibilidad de estos tiempos, pieles muy delgadas, ofensas que brotan de la nada, polarización al mil que erosiona los puntos medios… Y se va a poner peor.
Ojalá que las antípodas no vayan a terminar unidas a base de madrazos, a veces parece que estamos a nada de convertirnos en un zafarrancho de axiomas y aburridísimos lugares comunes que terminarán en un remolino de golpes, petardos y patadas en algún punto cerca del Zócalo.
Ojalá que no. Que todo se acabe en los discursos encontrados. Que a las palabras se las lleve el viento, porque, seamos francos, luego de los golpes nacen las guerras que terminan pariendo muertos.
En unos meses sabremos quién será el o la candidata de la 4T y de la oposición, 2024 pinta como un proceso intenso que hoy pareciera inclinarse a favor de la continuidad del lopezobradorismo. No hay encuesta seria que no coloque a cualquier guinda corcholata al frente de quién le pongan y cómo se lo pongan.
No es de extrañarse el resultado, máxime con una narrativa perdida en la oposición, la desesperación hiede fuerte y se empieza a convertir en una frustración que, por desgracia, se expande a los millones de ciudadanos que se saben perdidos, abandonados, huérfanos frente a los abusos y desplantes del poder.
Sin embargo, si bien esa frustración será cobrada a los patéticos dirigentes del PRI, PAN y PRD, el mayor estruendo será el 1 de octubre de 2024, cuando al fin López Obrador deje el poder y llegue el o la sucesora.
Sea quien sea no tendrá nada fácil el panorama, ni Marcelo ni Claudia ni Adán ni nadie son López Obrador, cualquiera de ellos recibirá un mucho peor país que el de hace 6 años: más miserable, más violento, pero sobre todo, mucho más dividido.
Quizá sea el de 2024-2030 un sexenio sin luna de miel, donde los petardos políticos comiencen desde el día uno.
En 2018, el presidente López Obrador tuvo la oportunidad de unir a toda la sociedad en un gran acuerdo nacional, sus 30 millones de votos le daban de sobra, ganó el respeto de sus más irredentos críticos, tuvo en sus manos las semillas para sumar y crecer incluso hasta con el cobro de facturas y vendetas.
Pero no, el presidente resultó pequeño y, por ende, gigantemente acomplejado. El hombre que pudo llevar a México a brillar junto a las potencias prefirió esconderse entre los bananeros. Ni modo.
El que sigue no tendrá ya esa oportunidad, heredará las consecuencias de las aversiones sembradas.
De Colofón
“No va a suplicar por una artificial mayoría constitucional”, dijo Adán Augusto López a sus diputados, les dictó línea sobre la elección de consejeros electorales; cero acuerdos y que lo decida la suerte.
Vaya, un Secretario de Gobernación que manda al diablo los acuerdos… Y todavía faltan 605 días para que termine el sexenio.