Uno de los principales problemas de nuestra extensa, parchada y contradictoria constitución es que cada presidente trata de adaptarla a su ideología. Por eso, este 5 de febrero el presidente López Obrador declaró: “Debemos seguir luchando por los ideales de la Revolución Mexicana consagrados en la Constitución de 1917; no dejar de insistir en abolir, por la vía legal y democrática, las reformas contrarias al interés público impuestas durante el período neoliberal; continuar proponiendo cambios al marco legal en beneficio del pueblo, hasta devolver a nuestra ley máxima toda la grandeza de su humanismo original”.
Una constitución, sin embargo, no debe ser ni “neoliberal” ni conservadora, sino políticamente neutra. Debe definir reglas generales de organización del Estado y garantizar derechos fundamentales. Las disposiciones políticas, de izquierda, centro o derecha, deben establecerse en leyes secundarias para que puedan cambiar con el tiempo.
La constitución de Estados Unidos, promulgada en 1789, tenía solo cuatro páginas y 4,543 palabras. En 233 años ha tenido 27 enmiendas, principalmente para ampliar derechos fundamentales. Con las enmiendas la extensión llega solo a 7,591 palabras. Una sola enmienda ha sido revocada, la 18ª, que prohibía las bebidas alcohólicas, la cual fue eliminada por la 21ª. La última enmienda, la 27ª, fue ratificada en 1992, pero había sido propuesta desde 1789. La estabilidad ha ayudado a generar certidumbre jurídica y a facilitar el desarrollo de la Unión Americana.
México, en cambio, ha tenido tres constituciones, en 1824, 1857 y 1917. Esta última tiene 136 artículos, sin contar transitorios. Usualmente se presenta en libros de cientos de páginas. Originalmente tenía 21,382 palabras, pero para noviembre de 2018 su extensión se había quintuplicado a 111,783, con transitorios, según el Instituto Belisario Domínguez del Senado. Nada más el artículo 41, sobre las elecciones, tiene 4,363 palabras, casi lo mismo que toda la constitución original de Estados Unidos. Sus enmiendas han revocado disposiciones anteriores y con frecuencia han sido contradictorias. La única certeza ha sido la incertidumbre.
Entre 1917 y 2018 la constitución mexicana sufrió 707 reformas en 233 decretos. El presidente que más la respetó fue Adolfo Ruiz Cortines, que solo hizo dos enmiendas, una para legalizar el voto de las mujeres. Enrique Peña Nieto hizo 155. López Obrador llevaba 56 para el 18 de noviembre de 2022, según la Cámara de Diputados.
El presidente dice que sus reformas son “humanistas” y que las de sus predecesores fueron “neoliberales”, pero las enmiendas reflejan simplemente la visión del mandatario en turno. AMLO defendió este 5 de febrero sus reformas, como haber incluido los subsidios a adultos mayores; pero no sabemos si en un momento estos subsidios, que no se podrán reducir en términos reales, podrían provocar una quiebra del Estado y por lo tanto una crisis que afecte a todos, principalmente a los pobres. Por eso los programas políticos no deben elevarse a rango constitucional.
Una constitución pequeña, que establezca reglas fundamentales y garantice derechos humanos, es el mejor marco jurídico para un país. Lo que vemos en México es un carrusel en el que cada presidente quiere dejar su huella en una nación que se resiste a las camisas de fuerza.
Cansada
A Jesús Ramírez le pareció “desafortunado” que la presidenta de la Corte, Norma Piña, no se haya puesto de pie cuando llegó el presidente a la ceremonia del aniversario de la Constitución. AMLO dijo que “¡Seguramente estaba cansada!”, pero añadió que le “dio gusto” porque esto demostraba la independencia de la Corte. La verdad es que la ministra se levantó cuando empezaron los honores al presidente.
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