En los últimos días he enlistado en estas Historias de Reportero las bombas de tiempo que López Obrador está dejando en el país. Quizá le estallen a él. Quizá corra con suerte y estallen a su sucesor(a).

Hay una bomba que ya estalló. Este es el sexenio más violento de la historia: el triple de asesinatos que con Calderón, el doble que con Peña Nieto. México es catalogado como el país más peligroso para los periodistas, más de 60 han sido asesinados en su administración. Los asesinatos de mujeres merecen mención aparte. Récord histórico también. Esto ya estalló y le estalló en la cara al presidente.

Las cosas se pueden poner todavía peor. La bomba puede estallar con más fuerza.

Este sexenio abandonó la apuesta por mejorar las policías del país. Se desplomaron los presupuestos para las policías locales, faltan controles de confianza, faltan programas para capacitar a las corporaciones estatales, se desperdiciaron seis años de reforma policial, se aniquiló la cooperación con autoridades estadounidenses y europeas, se despreció la exitosa experiencia internacional de procurar una policía civil y se entregó toda la responsabilidad a los militares que se disfrazaron de policías con pésimos resultados.

Los años desperdiciados en el “abrazos no balazos” están cobrando una factura carísima: el crimen organizado se empoderó y ahora tiene el descaro de operar electoralmente de la mano del gobierno; mientras tanto, el Ejército se dedica a los negocios. De la seguridad no parece encargarse nadie.

¿Cómo desmontar el dominio del Ejército en la vida nacional? Es el gran poder: es la empresa constructora más importante de México y constituye un gobierno que sustituyó a la burocracia. Algo reveló el hackeo de Guacamaya: no es que AMLO haya usado al Ejército, es que el Ejército ha usado a AMLO. Lo que la cúpula militar dicta en la reunión de seguridad de las 6 de la mañana, el presidente repite en la conferencia de las 7. Si el próximo presidente(a) quiere enderezar las relaciones cívico-militares se va a topar con un embrollo político y legal ante un Ejército al que no se le ven ganas de soltar un centímetro del enorme poder que ostenta.

Dicen los que saben que, en todos los temas, pero particularmente en seguridad, “terreno cedido es terreno perdido”. ¿Cómo recuperar tantas plazas entregadas? Es innegable que López Obrador recibió un país con gravísimos problemas de inseguridad. A estas alturas tampoco se puede negar que lo entregará aún peor.

SACIAMORBOS

Ayer el presidente hizo en su conferencia mañanera una declaración francamente reveladora. A ver en quién piensa usted cuando lee estas palabras textuales de López Obrador: “en asuntos que tienen que ver con delitos o con criminalidad se aconseja que para llegar a la verdad hay que seguirle la pista al dinero”.

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