Cuatro de la mañana de un sábado en la ciudad de México. Tres sujetos golpean la puerta del bar Bengala, en Sonora casi con Avenida Chapultepec.

–¡Ya llegó el taxi! –grita uno de ellos.

Cuando un mesero abre la puertecilla de metal, uno de los recién llegados se introduce al lugar mediante un empujón. En el bar quedan a esa hora unas 20 personas. Un empresario bebe en una de las mesas, al lado de su escolta. En una contigua se encuentra el abogado Óscar Paredes.

El sujeto se acerca a la mesa de este último. Va directamente hacia él. Se oyen de pronto varias detonaciones. Un testigo dirá que fueron como 25. La prensa reporta diez. Se trata, en todo caso, de que Paredes no quede vivo.

El asesino se reúne con sus compañeros. Corren hacia la calle de Puebla, en donde los espera un cómplice a bordo de un vehículo.

Es el 21 de agosto de 2010. Paredes era un cliente habitual. Iba al lugar al menos una vez por semana y siempre lo hacía solo.

El entonces procurador Miguel Ángel Mancera anunció que se iban a revisar los casos que la víctima litigaba, para ver si el asesinato podría ser relacionado con su actividad profesional: “Algo que nos aporte dentro de su círculo cercano, que hubiera recibido algún tipo de amenaza”.

Once testigos fueron declarados por las autoridades. Se estableció el retrato hablado del agresor: “35 a 40 años, tez morena, cabello corto y oscuro”.

Según se supo entonces, el abogado iba a declarar en unos días en contra de los integrantes del grupo de secuestradores conocidos como “La banda de la flor”. Su hijo de 12 años, secuestrado por esta organización en 2008, y liberado mediante pago de rescate, había reconocido a dos de sus integrantes: uno de ellos, el sociópata Noé Robles Hernández, el mismo que estranguló al niño Fernando Martí.

El otro era Sergio Humberto Ortiz, “El Apá”, presunto líder del grupo, a quien desconocidos quisieron ejecutar ese mismo año en la zona de Coapa, provocándole lesiones que lo dejaron cuadrapléjico.

El abogado de los detenidos sostuvo que era improbable que el asesinato estuviera ligado a “La banda de la flor”: “No los beneficia en nada”, dijo.

La investigación de Mancera se entrampó. Solo quedó en claro que Paredes atendía casos llevados tanto por la PGJDF como por la entonces PGR.

Ayer, durante el juicio que se sigue en Nueva York al exsecretario de Seguridad Genaro García Luna, el narcotraficante Jesús Reynaldo Zambada García, conocido como “El Rey” Zambada –hermano del fundador del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada–, sacó a Paredes del olvido.

Según “El Rey”, Paredes fue el enlace para que el Cártel de Sinaloa sobornara a finales de 2006, con millones de dólares, a Genaro García Luna.

El abogado, dijo, le había informado que la cita con el entonces secretario de seguridad se había concertado en el elegante Champs Elysées de Reforma. Zambada dijo que pusieron el dinero (3 millones de dólares) “en un portafolios”, y en una maleta “de las que usan los deportistas”. “El Rey” se habría quedado en el bar, mientras Paredes subía las maletas a un privado del segundo piso.

De acuerdo con el testimonio de Zambada, minutos más tarde vio bajar a García Luna y a otras dos personas con las maletas.

“El Rey” aseguró en su declaración que el abogado Paredes coordinó un segundo encuentro en ese lugar. En esa ocasión se habrían entregado dos millones de dólares, e incluso funcionario y narcotraficante se habrían visto las caras e intercambiado un “mucho gusto”.

Zambada controló durante casi una década la entrada y salida de droga en el aeropuerto capitalino. Fue dueño absoluto de un hangar y almacenó toneladas de cocaína en bodegas repartidas a lo largo de la ciudad. En el juicio ha hablado de pagos de cientos de miles de dólares a funcionarios federales de tiempos de Fox y de Calderón, así como a autoridades capitalinas durante los gobiernos de López Obrador y Marcelo Ebrard. En el juicio del Chapo involucró en sus declaraciones incluso al secretario de Hacienda de Salinas de Gortari, Pedro Aspe (nadie supo por qué).

Hoy, “El Rey” Zambada vive en cómoda libertad en los Estados Unidos al lado de su familia, y también su hermano “El Mayo” vive en libertad en México –como el gran narco que nunca ha sido detenido–.

La mención al abogado Paredes, así como otra mención realizada durante este juicio, la de Víctor Hugo García, el sobrino de García Luna al que Zambada acusa de haber recibido 350 mil dólares para llevar a altos cargos operativos al que sería el gran enlace del Cártel de Sinaloa en la PGR y la Policía Federal, Edgar Enrique Bayardo, dicen que detrás de declaraciones a modo para obtener beneficios, hay algo de perturbadora verdad, una verdad que se asoma.

Víctor Hugo García estableció una cercanísima relación con Bayardo. Eso lo recuerdan antiguos miembros de la AFI, la Policía Federal, e incluso la Unidad de Inteligencia Financiera.

García estuvo incluso en la mira del narcotraficante Ignacio Coronel.

Una grave enfermedad lo incapacitó hace años. Nadie volvió a pensar en él, ni a mencionarlo, hasta que vino el juicio de Brooklyn que ha servido para insinuar el contubernio histórico de los gobiernos mexicanos, de todos los gobiernos mexicanos, con el narco. 

 

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