La masiva participación ciudadana en la marcha de noviembre debe forzar a los partidos a estar a la altura de la histórica elección que viene”.

 

Morena arrasó en la elección de 2018 y ha ganado 21 de las últimas 30 gubernaturas disputadas. Gracias a la credibilidad del INE, y a que los ciudadanos organizamos las elecciones, no ha habido disputa en esos comicios. Los triunfos han sido legítimos y la legitimidad se traduce en gobernabilidad. ¿Entonces por qué AMLO se arriesga a perderla “demoliendo” al árbitro electoral? Porque sabe que su partido puede perder la Presidencia en 2024, y que un índice de alternancia de 62.3% favorece a la oposición, máxime que sus gobernadores están consistentemente entre los peor evaluados del país.

El Plan B impulsado por Morena es el mayor atentado contra nuestra joven democracia, que nació con la reforma electoral que creó IFE y Trife en 1990. Este plan engendraría una nueva dictadura de partido, un retroceso del que no nos recuperaríamos. ¿Podemos detenerlo? No será fácil. Si la Suprema Corte cumple con su responsabilidad, se puede. Pero si Morena vuelve a ganar la Presidencia se acabó. Requerimos de acciones concretas para protegerla. Primero, hay que defender al INE a toda costa, estando dispuestos a lo que sea para evitar su demolición. Segundo, PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano deben presentar una candidatura única a la Presidencia.

México necesita más democracia, no menos. Eso incluye cómo los partidos definen candidaturas. Sus procesos internos están diseñados para maximizar el control y la influencia de las dirigencias, no para encontrar a los candidatos más competitivos. Esos líderes a veces ganan más perdiendo que ganando. Prefieren que el candidato derrotado sea “suyo” que ver ganar a un mejor candidato, pero sobre el cual no tienen influencia. Partidos como el PAN son muy celosos de la militancia y dejan pasar grandes oportunidades de acoger candidaturas que tienen un liderazgo atractivo, pueden ganar elecciones y tienen mucho que aportar. A nivel local y de gubernaturas, su gran reto es acotar la influencia de los llamados “padroneros”, caciques que controlan quién llega y quién no, los que definen candidaturas buscando maximizar su control de la entidad.

Para encontrar la candidatura presidencial más competitiva, es vital abrir el proceso quitándoselos a los liderazgos de los partidos. Si queda en sus manos, acabaremos escogiendo entre una terna -Creel, Paredes, Mancera- que ni sumados ganarían. Los criterios absurdos de a quién “le toca” ser candidato nos ponen en riesgo de sumir al país en una crisis que les robaría el futuro a generaciones. Además, sería un error histórico no aprovechar la debilidad de la probable candidata de Morena. A pesar del enorme endoso presidencial -y de un montón de actos anticipados de campaña- Sheinbaum no prende y, como he dicho antes, tiene el carisma de una coliflor (y me vuelvo a disculpar con las coliflores).

La rigidez y confusión de los partidos no puede dominar el proceso para definir esta candidatura presidencial. El PRI sigue perdido pues Morena es una nueva versión de su esencia. Además, el electorado no le dará el triunfo a un priista, por destacado que sea; la Presidencia de Peña Nieto sigue demasiado fresca. ¿Y el PAN? Desde su fundación a manos de Gómez Morin, sus mejores años han dependido de liderazgos fuertes -Luis H. Álvarez, Maquío- y hoy no logra desprenderse del fundamentalismo de sus ex gobernadores, quienes no acaban de entender que nos urge pragmatismo, no pureza ideológica. El PRD lucha por su subsistencia y Movimiento Ciudadano tiene que entender que si no participa en la alianza el brutal voto de castigo pondrá en riesgo su único coto real de poder: Jalisco.

Necesitamos convocar a muchos en una primaria abierta y participativa para definir una candidatura presidencial competitiva, la más importante en décadas. La masiva participación en la marcha de noviembre nos confirma que necesitamos una pasarela amplia para enganchar a esos ciudadanos que hoy pesan más que los partidos. Quizá México logre sobrevivir un sexenio de destrucción morenista. No sobrevivirá dos.

 

@jorgesuarezv

 

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