Uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, puso a remate su casa, en 80 millones de dólares, ubicada en Manhattan, justo sobre la Quinta Avenida, frente a Central Park. Está hecha de piedra caliza, ladrillo rojo, estilo “palazzo” renacentista y se construyó en 1901. Quedan muy pocas de esta en la zona.
Tiene una superficie construida de 1,900 metros cuadrados, lo que arroja la cantidad de $800,000 pesos por metro cuadrado de construcción, incluyendo el terreno. Carlos Slim ya había intentado vender este inmueble por el mismo precio en 2015. Si la propiedad logra venderse en los ochenta millones, batiría el récord de la Gran Manzana. Pero ¿qué hace que una propiedad de 120 años de edad pueda alcanzar esos precios? El precio está definido por el vendedor. ¿En realidad, valdrá esa cantidad estratosférica de dólares? ¿Por qué puede valer tanto?
Para entender lo que es el valor, antes es necesario hacer algunas reflexiones sobre el hombre, porque en la conciencia de este reside el concepto de valor. Constantemente, el ser humano otorga valor al mundo que le rodea; de hecho, ir viviendo es ir valorando, en cada acto humano hay un juicio de valor, porque el hombre actúa decidiendo entre posibilidades, que a la vez le cancelan opciones.
Por desgracia, existe una mala costumbre de valorar las cosas por su precio y no por su valor, lo que nos induce a malgastar el dinero; usualmente, no se distingue entre lo que vale y lo que cuesta. El valor está íntimamente ligado al beneficio que es capaz de generar el bien deseado, en el presente y en el futuro; por lo tanto, no necesariamente el del precio más alto da mayor satisfacción o beneficio. Entonces, el precio de un bien raíz es la cantidad de dinero que se paga por él, es el punto donde se cruzan la curva de oferta y demanda; Warren Buffet dice que: “Precio es lo que se paga; valor es lo que recibes”.
Pero ¿qué es lo que genera valor en los inmuebles? En síntesis, la respuesta es: La seguridad de la inversión, las posibilidades de generar beneficios presentes y futuros, la escasez y su deseabilidad… Una propiedad no puede tener valor, a menos que tenga utilidad y debe entenderse por utilidad la cualidad de fomentar el deseo en el ser humano de poseerla.
La casa de Slim, se trata de un activo raro, valioso y atemporal, no solo por su importancia arquitectónica e histórica, sino sobre todo por su ubicación privilegiada, su infinito potencial y su escasez. Así mismo, propone a los interesados que el inmueble puede re imaginarse como residencia privada o convertirse en galería, tienda, museo o fundación, dada su ubicación privilegiada frente al Museo Metropolitano.
Don Carlos Slim ya la poseyó, ya no la desea, ahora la vende porque está recreando su deseo. “El deseo nunca tiene lo que quiere, porque quiere lo que no tiene”: Henri Barbusse. Todos, cuando pasen frente al número 1009 de la Quinta Avenida, voltearán a ver la casa que significa éxito y clase social y se preguntarán: ¿De qué millonario es ahora la mansión? El deseo irrefrenable de los hombres, de aparentar, aparecer y poseer, vale muchos millones de dólares, la imagen cuesta para satisfacer el ego. El valor de la mansión, será una medida del deseo, que tiene un precio de ochenta millones de dólares, ¡en esta ocasión!
Dice el filósofo Schopenhauer que “el deseo mueve al hombre. Este es hijo de la carencia, que a la vez es intrínseca a la existencia”. Porque el ser humano es contingencia, así la existencia siempre será incompleta e inacabada. El hombre es necesidad, el hombre es deseo. Si fuéramos seres acabados, completos, no nos haría falta nada. Pero no lo somos, todo nos hace falta, sin importar cuánto tengamos; inclusive, sentimos que nos hace falta vida. “Ese es el círculo vicioso en el que nos encontramos prisioneros, esclavos de la voluntad de vivir, condenados a necesitar y por lo tanto a desear”.
Hay cosas que realmente valen y las queremos, pero también hay cosas que realmente valen y no las queremos; luego, hay cosas que queremos y que realmente valen; sin embargo, hay cosas que queremos y que realmente no valen; aunque, también, hay cosas que no valen y que no queremos. Lo interesante sería saber porqué deseamos algo y distinguir entre lo que realmente no vale y lo que en verdad vale.
El valor tiene muchas dimensiones. Valoramos intangibles, como el amor, el arte, aun cuando cada uno de nosotros los conciba de manera distinta, porque tenemos la facultad de otorgar valor a lo que nos rodea y el privilegio del agrado-desagrado.
“El dinero no es nada; pero mucho dinero es otra cosa”: Bernard Shaw
Carlos Slim remata su casa de Nueva York
Por desgracia, existe una mala costumbre de valorar las cosas por su precio y no por su valor, lo que nos induce a malgastar el dinero; usualmente, no se distingue entre lo que vale y lo que cuesta.