García Luna y anexos

Durante la semana, un directivo de Morena en el estado acusó desde su cuenta de Twitter que “los depredadores mediáticos en Guanajuato”, entre ellos nuestro AM, están “¡callados como momias! Ni una línea han escrito sobre el juicio a García Luna, el ex secretario de seguridad pública federal coludido con los malos”.

Frente al despropósito de su comentario, le recomendé que buscara en Google, con la esperanza de que se diera cuenta no de cuántas notas hemos publicado sobre el tema, que me temo ya lo sabe, sino de lo mal que se veía y hacía ver a su partido con opiniones como esa.

Respondió entonces que lo que hemos publicado sobre el caso “no es ni el 1%” de lo que se ha visto en la Corte, es decir… un poco más de una línea. Rendido ante la evidencia, de mi parte hasta ahí quedó el diálogo.

Pero me acordé del episodio cuando desde otra cuenta de Twitter, la periodista Peniley Ramírez recomendó la lectura de un reportaje excelente sobre el escándalo que tumbó al ‘vaquero’ Nick Palmeri, quien fuera uno de los jefes de la DEA en México.

El reportaje no solo es un excelente trabajo periodístico, que nos muestra cómo temas muy delicados pueden abordarse al detalle, sino que revela cómo el trabajo de los responsables de combatir el tráfico de drogas tiende a moverse en zonas grises que pueden prestarse a muchas interpretaciones.

La historia tiene particular significado porque la crisis se gestó en un momento especialmente complicado para la relación de nuestro País con Estados Unidos, luego del arresto del general Salvador Cienfuegos, en octubre de 2020, acusado de complicidad con el narcotráfico.

Lo que me lleva por cierto a recordar que hace 26 años, el 19 de febrero de 1997, me tocó acudir a la celebración del Día del Ejército en la 16 Zona Militar de Sarabia, justo cuando se había anunciado la detención del general José de Jesús Gutiérrez Rebollo. Fue una experiencia densa, inolvidable. Pero esa es otra historia.

Genaro García Luna, con el embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, al que México terminó echando por la molestia de Felipe Calderón a causa de los informes que enviaba a Washington y que filtró Wikileaks. “No voy a permitir ningún tipo de intervención”, dijo (también) Calderón entonces.
Foto: Agencia Reforma

¿Y en el futuro qué?

Y hablando de la relación del País con las agencia de seguridad norteamericanas, estas parecen tener la convicción de que no solo están en la ecuación los ataques del Gobierno federal contra la DEA, sino que consideran que la administración actual ha sido omisa en sus acciones contra el tráfico de drogas.

Lo vimos esta misma semana, al comparecer ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EU, la directora de la DEA, Anne Milgram, quien “pidió a México compartir más información sobre decomisos, permitir operativos conjuntos contra laboratorios clandestinos y aumentar las extradiciones”. Mostró particular preocupación por el tema del fentanilo.

“Lo que estamos viendo es que estos dos cárteles en México, el de Sinaloa y el de Jalisco, están dominando y controlando toda la cadena de suministro global de fentanilo, y están operando en todo México“, dijo la funcionaria.

Y en lo que supongo habrá exasperado a las autoridades, Milgram puso como ejemplo de cooperación la lucha contra las drogas del Gobierno del Presidente Enrique Peña que, según consideró, logró el desmantelamiento de Los Zetas.

Como sea, hubo novedades inmediatas en México. El canciller Marcelo Ebrard anunció que el Gobierno impulsará una alianza global para frenar la producción de fentanilo y se supo también que habrá  capacitación especial para el Ejército a fin de hacer su lucha contra esta droga más eficaz.

La moraleja de la historia es que nunca se sabe cómo van a evolucionar estos enredos y el gobierno de Estados Unidos está lejos de sentirse satisfecho por la cooperación que brinda México. García Luna, el general Cienfuegos… ¿quién podría ser el próximo?.

El año pasado, en la sede de DEA en Arlington, Virginia, se colocó este muro con “Las caras del fentanilo”, tras considerar que la crisis de opioides en Estados Unidos ha alcanzado proporciones catastróficas. La iniciativa ha sido imitada por diversos medios en Estados Unidos, mostrando por lo general a las víctimas locales.
Foto: DEA

¿Qué ver, qué leer?

Considero que David E. Kelley es uno de los precursores del éxito universal que han tenido las series.

Con treinta años de experiencia en la producción, hilvanó trabajos tan importantes como “Boston public”, “The practice”, “Boston legal” y “Ally McBeal” que prepararon, junto con otras, el futuro luminoso que luego ha vivido el formato.

Con los altibajos imposibles de evadir en un carrera tan larga, Kelley ha sido siempre un efectivo creador que entretiene al público, como lo ha demostrado más recientemente con “The undoing”, “Big little lies” y “Anatomy of a Scandal”, todas dignas de verse y exitosas.

Estos últimos 15 días tuve oportunidad de ver una de sus más recientes producciones, “The Lincoln  Lawyer” y no queda más que recomendarla si se trata de pasar un rato entretenido. 

La serie se inspira en una novela de Michael Connolly que ya habían llevado al cine en 2011, con Matthew McConaughey, pero la nueva versión bien vale la pena y en ella destaca el desempeño del actor tapatío Manuel García-Rulfo, como han señalado los críticos.

Manuel García-Rulfo con Becki Newton y Neve Campbell, sus dos ex esposas en la historia.
Foto: Netflix

MCMH

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