El 16 de mayo del 2005, en Acapulco, cuatro integrantes de los “Zetas” fueron detenidos por miembros de la AFI y entregados al cártel contrario.  Les tomaron video, hincados y amarrados, que hicieron circular como escarmiento y luego fueron ejecutados. Así operaba la AFI, a cargo de Genaro García Luna.

Fatalmente, el exsecretario de Seguridad fue encontrado culpable, por un jurado de la Corte de Nueva York, de los cinco delitos de los que fue acusado: participar continuamente en una empresa del crimen organizado; conspirar para la distribución de cocaína y por mentir en declaraciones juradas ante la autoridad, entre otros. “El Gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón conocía los nexos de Genaro García Luna, su secretario de Seguridad Pública, con los cárteles de las drogas”, dijo la exembajadora de Estados Unidos, Roberta Jacobson. 

Sin embargo, García Luna era el informante de Margarita; además, amigo, confidente, asesor, compañero de la bohemia y miembro del gabinete de Calderón. Por su parte, Manuel Espino, expresidente del PAN, recién encaró mediante Twitter a Calderón: “Yo te informé de los nexos de García Luna con el crimen organizado, te compartí la delicada información que obtuve en la reunión de exjefes de Estado sobre seguridad en Colombia. A tu estilo, preferiste ignorar”. Así las cosas, bajo la tutela de la Secretaría de Seguridad, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México era el puerto de entrada de drogas y armas, dice un miembro de la Policía Federal: “Se daban instrucciones superiores de suspender la vigilancia en momentos claves, para dejar de actuar y dejar pasar”.

Un grupo de militares le había advertido a Calderón, en los tiempos de la transición de la administración del presidente Vicente Fox a la suya, que el entonces titular de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) tenía nexos con el Cártel de Sinaloa, relata Infobae. Según esto, los mandos militares entregaron videos e interceptaciones telefónicas de miembros del equipo cercano de García Luna dialogando y negociando con narcotraficantes.

Todo esto, lo hicieron para que se le investigara y que García Luna no tuviera espacio en la nueva administración. Además, sobre García Luna pesaban gruesas acusaciones por sus vínculos con bandas de secuestro. Recordemos que él había sido jefe de inteligencia antisecuestros dentro del CISEN, sabía de todos los secuestradores, no pasaba algo sin que él no estuviera enterado.

Pero para sorpresa de los denunciantes, Calderón no investigó a García Luna, sino que lo nombró el responsable de la seguridad de todo el país, le dio más poder, le dio todo de más, incluyendo su amistad. Lo que los militares no sabían era que la AFI le había ayudado a ganar a Calderón; durante la campaña presidencial, espiaba a sus amigos, y escarbaba en el lodo de los secretos sucios de sus enemigos, dentro y fuera de su partido político, incluyendo a Fox… Buscó con vehemencia algo con que incriminar a AMLO, sin éxito, porque no pudo encontrar nada útil para destruirlo.

En poco tiempo, Calderón, Mouriño y García Luna establecieron un cerrado círculo, era la triada perfecta. El Presidente mandó  hacer una remodelación en la casa presidencial de Los Pinos e hizo un bar solo para departir con ellos, de acuerdo a testigos presenciales. Calderón no puede olvidar esas horas de plática cómplice, conciliábulos, bohemia, guitarra, canciones, tragos interminables y secretos inconfesables… 

Felipe Calderón, expresidente de México, debe una explicación a los mexicanos. Debe de salir de su escondite, regresar a México y aclarar por qué nombró a García Luna, quién se lo recomendó, por qué no tomó en cuenta las denuncias que oportunamente recibió. No podía hacerse de la vista gorda con tantas advertencias, ni ignorar el rampante emporio inmobiliario y depósitos millonarios, que suman los mil millones de dólares, de su íntimo amigo.

Imaginando el resultado del juicio, Calderón huyó a España, cautamente no a Estados Unidos, donde es juzgado su zar antidrogas, que dirigía un cártel desde el Gobierno. Ni qué decir del operativo Rápido y Furioso donde se contrabandearon 2500 armas de asalto, con las que armaron a delincuentes, que disque para rastrearlos, con las que asesinaron a miles de personas y exacerbaron la violencia.

Ahora resulta que Marko Cortés quiere tapar el sol con un dedo, argumentando que “Genaro García Luna no era militante del PAN”. Eso es una salida ramplona, con exiguas prendas intelectuales. Lo que se espera de los responsables en su momento, es que con humildad entonen el “mea culpa” y proclamen el propósito de enmienda. Pero, está prohibido pronunciar el nombre de Genaro, sabe demasiado, puede hundir a muchos, por eso los expresidentes no lo mencionan. De manera distinta, distinguidos panistas, como Santiago Creel y Gustavo Madero, dan la cara y espetan que: “Es gravísimo el caso de García Luna” y piden que Calderón comparezca y aclare. El huevo de la serpiente se incubó en el ayer, hoy padecemos la fatal violencia.

 

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