Frente al testigo más imponente de todos, el Palacio Nacional, se escuchó el ¡sí se pudo!, y retumbó en su centro la Ciudad con el himno nacional a todo pulmón. Dos discursos después, al término de una de las manifestaciones más emblemáticas de la historia reciente de este país, los miles y miles se fueron desperdigando hasta que el Zócalo quedó vacío.
¿Qué sigue? ¿Qué va a pasar con todo ese ímpetu?
Sí, de entrada es la batalla por defender al INE, por empoderar a las 11 ministras y ministros de la Suprema Corte para que eliminen el Plan B de López Obrador que quiere descuartizar la democracia mexicana.
Pero está claro que la batalla por el INE no es la culminación de este movimiento que dos veces ha llenado las plazas y calles, y dos veces ha dejado políticamente herido al presidente AMLO. Porque si López Obrador no puede descuartizar al INE, lo va a intentar la corcholata que él decida si ésta gana las elecciones presidenciales. Lo que no pueda Andrés, lo va a intentar Claudia.
Por ello, un aroma subyacente del Zócalo lleno fue: ¿por quién votamos en el 2024 para seguir esta defensa de la democracia? ¿Quién puede representar un gobierno que no descalifique a la sociedad civil, que apueste por el profesionalismo en la toma de decisiones de política pública, que crea en los ciudadanos, que no quiera destruir la democracia después de servirse de ella con la cuchara grande, que invierta más tiempo en pensar en el futuro que en lamentarse del pasado, que gobierne para todos desde el cerebro y el corazón en vez de gobernar para los suyos desde el hígado y el ego?
Esa pregunta no tuvo respuesta. Ni en el templete, ni en la marcha, ni en los partidos. Ya está la estructura. Ya está el músculo. Ya está la plataforma. Lo que vimos el domingo es la base sobre la que se construirá el contrapeso electoral a Morena. Pero falta la persona. No hay aún quien abandere ese descontento, quien entusiasme en un Zócalo lleno. Al menos, no aún. Y cada minuto cuenta.
Si leemos entre líneas, en el fenómeno de este domingo en México la exigencia fue: queremos más y mejor, vamos a dar una mejor y más grande batalla. La ciudadanía salió de la plaza pública llena de un aire de victoria, con la adrenalina de haber triunfado, pero sobre todo con ganas de más. Con ganas de dar una mejor lucha, con ganas de dar la más grande de todas las batallas. No tendríamos que estar defendiendo hoy la democracia sobre la que se ha construido nuestra historia, ni tendríamos que estar en las calles defendiendo una de las instituciones autónomas más importantes. Tampoco tendrían los grupos minoritarios, uno por uno, que estar saliendo a la calle a defenderse solos de este gobierno.
Pero a eso ha orillado López Obrador buena parte de México, y esa buena parte de México ha resistido con valentía. En política, alguien debe aprovechar esa tracción.
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