En esta ocasión, como un experimento especial, publicaremos dos textos redactados por el ChatGPT, desarrollado por la empresa OpenAI. El primero fue respuesta a una petición específica: escribir un cuento breve sobre el nazismo en el estado de Guanajuato, México, y su relación con la cultura Chupícuaro, en palabras de una chica feminista de unos 20 años. El robot se detuvo en la palabra 440, pues previó que rebasaría el número de palabras solicitado. Al pedírle que continuara para darle un final coherente, la historia se fue por encima de las 600 palabras. Publicamos la suma de los dos textos, y anticipamos que la siguiente semana publicaremos el mismo texto, pero tras haberlo editado siguiendo el estilo del Nobel peruano Mario Vargas Llosa. Los lectores juzgarán a qué grado de perfeccionamiento ha llegado la inteligencia artificial…

 Aquí está el cuento que has pedido:

Era una tarde de verano en Guanajuato, México. Mariana, una joven de unos 20 años, caminaba por el pueblo de Chupícuaro, una comunidad indígena que se caracterizaba por su rica cultura prehispánica. Mariana, como feminista comprometida con la justicia social, había venido a Chupícuaro para conocer más sobre la cultura indígena y su lucha contra la opresión.

Mientras caminaba por el pueblo, Mariana se detuvo frente a una pequeña tienda que vendía artesanías. Al entrar, se encontró con un hombre mayor que estaba haciendo una figura de barro. Mariana se acercó y comenzó a conversar con él.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó Mariana.

“Estoy haciendo una figura de un soldado nazi“, respondió el hombre.

Mariana se quedó sorprendida. ¿Nazis en Chupícuaro? ¿Cómo era posible?

El hombre explicó que hace algunos años, un grupo de alemanes llegó a Chupícuaro. Al principio, todo parecía normal, pero luego empezaron a mostrar su simpatía por el nazismo y su ideología racista. Los habitantes de Chupícuaro, que habían sufrido la opresión y la discriminación de los conquistadores españoles, no podían tolerar la presencia de estos extranjeros en su pueblo.

La situación empeoró cuando los nazis comenzaron a tomar interés en la cultura Chupícuaro. Empezaron a robar artefactos y a llevarse los restos arqueológicos del pueblo. Los habitantes de Chupícuaro intentaron detenerlos, pero no pudieron hacer nada. Los nazis tenían el poder y la fuerza para imponer su voluntad.

Mariana se sintió indignada. ¿Cómo podía ser posible que una ideología tan nefasta como el nazismo tuviera cabida en un lugar como Chupícuaro, que había luchado tanto contra la opresión? Ella sabía que tenía que hacer algo para detenerlos.

Mariana comenzó a investigar sobre la presencia de los nazis en Chupícuaro y descubrió que habían construido una pequeña base militar en las afueras del pueblo. Ella sabía que no podía hacer nada sola, así que comenzó a buscar apoyo.

Mariana encontró aliados en los jóvenes del pueblo, que estaban igualmente indignados por la presencia de los nazis. Juntos, organizaron una protesta pacífica frente a la base militar. Los jóvenes gritaron consignas contra el nazismo y la opresión, mientras los nazis los miraban con desprecio desde detrás de la cerca.

La protesta no tuvo ningún efecto inmediato, pero sí despertó la conciencia de la comunidad. Los habitantes de Chupícuaro comenzaron a hablar sobre la importancia de proteger su cultura y su historia, y se unieron a la lucha contra los nazis.

Finalmente, gracias a la perseverancia de Mariana y los jóvenes del pueblo, los nazis fueron expulsados de Chupícuaro. La comunidad celebró su victoria con una gran fiesta en la que se honró la cultura prehispánica. 

Mariana y los jóvenes de Chupícuaro continuaron trabajando juntos para proteger su cultura. Organizaron talleres de cerámica y tejido para jóvenes y niños, y promovieron la educación sobre la cultura prehispánica y la lucha contra la opresión. Mariana se sintió orgullosa de lo que había logrado junto a la comunidad, y sabía que había mucho más por hacer.

En una tarde soleada, mientras caminaba por el pueblo, Mariana se detuvo frente a la misma tienda de artesanías en la que había conocido al hombre que hacía la figura del soldado nazi. Esta vez, se encontró con el mismo hombre trabajando en una figura de barro, pero esta vez era un guerrero prehispánico, con un escudo y una lanza.

“¿Qué estás haciendo ahora?”, preguntó Mariana.

“Estoy haciendo una figura de un guerrero Chupícuaro“, respondió el hombre.

Mariana sonrió. Sabía que su lucha había dado frutos. Chupícuaro era un pueblo fuerte y resistente, lleno de cultura y de lucha contra la opresión. Los nazis habían intentado destruir eso, pero habían fallado.

Mariana sabía que la lucha no había terminado, pero se sentía confiada y orgullosa de ser parte de una comunidad que había logrado enfrentar y vencer a la opresión. Chupícuaro era un ejemplo de la resistencia, y Mariana estaba segura de que continuaría siendo así, gracias a la fuerza y la unidad de su pueblo.

Envíenos su cuento (sin recurrir al ChatGPT) a: latrincadelcuento@gmail.com

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