El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador siempre estuvo correcto en el diagnóstico: la violencia en México estaba ligada a una mafia en el poder. Y ahora que sabemos que eso es cierto – con la declaración de culpabilidad contra el supuesto super policía Genaro García Luna – también hay que reconocer que AMLO ha fracasado en detener esa violencia, su principal promesa y responsabilidad.

López Obrador fue elegido, precisamente, para enfrentar la criminalidad y el caos que aterra al país. Y no ha podido con el encargo. Bajo su estrategia de “abrazos, no balazos” ha convertido a su gobierno en el más violento desde la guerra cristera y la revolución. Ante este fracaso, no ha dejado de echarle la culpa a sus predecesores.

“Todavía tenemos que enfrentar ese cochinero que nos dejaron”, dijo AMLO en una mañanera en 2019. Ese “cochinero” se formó, en parte, cuando García Luna ocupó los principales puestos policíacos del país. Fue el director de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) del 2001 al 2006 durante la presidencia del panista Vicente Fox. Y luego, del 2006 al 2012, fue secretario de Seguridad Pública de México bajo el gobierno de Felipe Calderón.

No hay duda de que la llamada “guerra contra el narco” – que comenzó con Calderón y luego se extendió durante la presidencia del priista Enrique Peña Nieto (2012-2018) – ha sido una tragedia nacional y ha ocasionado cientos de miles de muertos. Pero también es cierto que López Obrador prometió en su última campaña electoral terminar con esa violencia y no ha podido. “Voy a conseguir la paz, ese es mi compromiso”, dijo en enero del 2018. “A mitad del sexenio, ya no habrá guerra”.

AMLO no cumplió.

Ya pasó la mitad del sexenio, la guerra sigue con otros nombres y la violencia está peor que nunca. Las cifras no mienten. Desde que López Obrador llegó a la presidencia en diciembre de 2018, han asesinado a 139,077 mexicanos, según datos oficiales del mismo gobierno. Esta cifra supera los 124,478 homicidios dolosos que hubo en el gobierno de Peña Nieto. Y es superior a los 121,683 asesinatos que ocurrieron en la presidencia de Calderón, según el conteo del INEGI.

El diagnóstico de López Obrador sobre la violencia fue preciso. Pero no supo qué hacer con él. El resultado es un país sumido en la criminalidad, con carteles de las drogas controlando partes de ciudades y del territorio nacional, con un peligrosísimo vacío de autoridad en regiones completas y un pronóstico aterrador. (El 2023 empezó mal, con 2,582 homicidios dolosos en enero; más que los 2,426 que hubo en enero del 2022.) La violencia se ha normalizado en México. Y ya no nos sorprende hasta que un asesinato, un secuestro, un robo o una extorsión llega cerca de la familia.

Varios le hemos advertido al presidente que su estrategia está generando más asesinatos que cualquier otro gobierno – yo he ido cuatro veces a la mañanera a decírselo – pero no hace caso. Al contrario, de seguir así, su sexenio podría culminar con cerca de 190 mil muertos.

A pesar de los terribles resultados de su estrategia de seguridad, AMLO se rehúsa a corregir rumbo. Ha militarizado al país y a la Guardia Nacional, y su idea de invertir en las zonas y grupos más vulnerables para reducir la violencia podría tomar décadas antes de saber si funciona.

Por lo tanto, tenemos que ser realistas y reconocer que AMLO no va a ser el presidente que acabe con la violencia en México. La historia marcará a su sexenio como el más sangriento del siglo. Su gran fallo fue tener el diagnóstico correcto, el tiempo para hacerlo, el apoyo mayoritario de la población, todos los recursos del gobierno … y equivocarse estrepitosamente en la estrategia y en la ejecución. Esto nos ha dejado un país lleno de fosas y de muertos.

Y como AMLO no tiene la solución a la violencia, hay que buscar a alguien más que lo haga y concentrarse en los posibles candidatos a la presidencia para el 2024. El próximo líder o lideresa de México deberá tener como prioridad que dejen de matar a tantos mexicanos. Tenemos que ver hacia el futuro. El presente está tercamente atorado en fórmulas que no funcionan, en ideas inocentes, en buenas intenciones y en inútiles recriminaciones al pasado. México necesita un nuevo liderazgo con un objetivo muy claro: no más muertes.

El juicio a García Luna fue un shock para la sociedad mexicana porque dejó al descubierto los altísimos niveles de corrupción que existen en el gobierno y en el país. En lugar de perseguir a los narcos, García Luna los ayudó. Y, sin duda, no pudo actuar solo; el juicio desenterró una vergonzosa red de complicidades. Pero el último puesto gubernamental que tuvo García Luna fue hace más de 10 años. ¿Hasta cuándo será usado su juicio para tratar de justificar las fallas en la actual estrategia de seguridad?

Culpar a los gobiernos anteriores por la actual violencia en México no es una solución. Es una excusa. Y así no se puede gobernar un país como el nuestro.

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