El domingo último pasado miles de mexicanos tomaron las calles y plazas, con la finalidad de manifestar su rechazo al llamado “plan B”, aunque algunos no lo conozcan.
Este legítimo movimiento hubiese lucido más auténtico y espontáneo sin la presencia de políticos que se montaron en la marcha, porque les urgía encontrar una banderita para salir a desfilar; a estos se sumaron los odiadores de AMLO, que coreaban “Fuera el presidente López”, lo que demerita el propósito de la marcha.
Pero aun con el conglomerado variopinto, en demandas y propósitos, la falta de jóvenes y gente del pueblo, el hecho de tomar las calles revela que hay una oposición viva: una clase media participativa y vibrante. Esta, también llamada, el músculo de la sociedad, está cada vez más organizada, más consciente de sus derechos, más activa y mejor informada. Es urgente volver a la sociedad como legítimo fundamento de la política.
Con una conciencia social crítica, el ciudadano se ha percatado de la importancia de su participación. La polarización y los apremios de la pandemia han servido para fortalecer y consolidar la convicción democrática de la participación social en asuntos públicos. La sociedad civil ya ganó su carta de naturalización: una ciudadanía que despierta y toma las riendas de sus vidas, ha rebasado con mucho a los partidos políticos, las marchas así lo demuestran.
Los partidos son asociaciones, supuestamente para contribuir a integrar el voto y conectar al ciudadano con el poder público, para transmitir los intereses y demandas de la población en la toma de decisiones gubernamentales.
Por desgracia, ya nadie cree en los partidos, ni sus dirigentes, personajes que tradicionalmente se han servido y no han servido; atienden negocios, intereses de grupo y satisfacen su inflamado ego. Como ejemplo, citaría al inefable Alito Moreno, jerarca priista, que pretende apoderarse y prolongar su mandato, al estilo de Ricardo Anaya… Las confrontaciones internas están a la vista: son por la lucha del poder, no por ideales o beneficios para los ciudadanos.
La oposición carece de líderes carismáticos, que sumen voluntades, capaces de darle rumbo y conducción a la energía social de la inconformidad y así enfrentar las próximas elecciones presidenciales en México. Un líder es aquel que puede influir en otros. “Si crees que eres un líder y no tienes nadie siguiéndote, sólo estás dando un paseo”: John Maxwell. Esto explicaría porqué algunos políticos en decadencia fueron de paseo a la “marcha”: porque nadie los sigue. Y si no, habría que preguntarle a Carlos Medina y a Fox porqué andaban de paseo en la marcha.
Se necesitan líderes que sean vasos comunicantes entre los diferentes actores sociales, alguien capaz de conectar a las personas y, sobre todo, que tienda puentes para llegar al corazón de los ciudadanos que han perdido la fe. Se necesita un líder con visión de Estado, que sus valores sean el fiel espejo de los valores de los mexicanos.
Decía el último ideólogo priista, don Jesús Reyes Heroles, que “Primero debería ser el programa, el proyecto, y luego el hombre”. Por desgracia, a los partidos de oposición no se les ve ningún proyecto, ni hombre. No paran de lamer sus heridas, desde la debacle de las elecciones presidenciales del 2018.
Encontraron el refugio a sus frustraciones en la crítica, que no han podido evolucionar a la propuesta, que genera esperanza y entusiasmo.
La sobada Alianza no tiene pies ni cabeza. Recientemente hubo elecciones extraordinarias en Tamaulipas para elegir a un senador. El resultado fue aplastante: el candidato de Morena obtuvo 72% de los votos. La defenestración de Alito, por parte del INE, para que no se perpetue en la dirigencia, trae nuevos barruntos a la supuesta Alianza, deja en el aire los conciliábulos de Alito.
Hay muchos distinguidos priistas que no están de acuerdo en el eclecticismo político de la alianza con el PAN; existe la posibilidad de que vayan solos a la contienda presidencial. Pero haya sido como haya sido, la contribución del PRI, electoralmente hablando, sería casi marginal: “Da pena que el PRI se encuentre a niveles del Verde y abajo del PT”: Rosa María Sauri.
Acerca del PRD, quedan solo despojos; y el PAN no podrá sacudirse la abrumadora sombra de Genaro García Luna, y la Némesis de sus desprestigiados expresidentes…
Entonces, regresando al tema sobre lo valioso que es el despertar ciudadano de la clase media, es importante considerar que los movimientos sociales deben de capitalizar y concretarse en una expresión política. De otra manera toda esa energía se diluye, se disipa y transforma en masa informe sin rumbo ni propósito. ¿Quién capitalizó la energía del movimiento social de las marchas de protesta del domingo pasado? Ningún partido, ¡hay oposición, pero falta liderazgo!
“El problema de la política es que algunos hombres no quieren ser útiles sino importantes”: Sir Winston Churchil. Y usted ¿qué opina, mi estimado lector?
Hay oposición, pero falta liderazgo
Una ciudadanía que despierta y toma las riendas de sus vidas, ha rebasado con mucho a los partidos políticos, las marchas así lo demuestran.