Atravesaron una cinta amarilla y cerraron el paso. Precaución, decía con letras negras, así que di la vuelta hacia la izquierda, no sin antes voltear la mirada.
Los jardineros, llevaban una escalera alta y con una pintura blanca señalaban con una equis las que estaban secas. Se disponían a podar los árboles. Esto sucedía también en el otro lateral de la alameda, el suelo, se encontraba lleno de follaje y virutas, habían comenzado temprano, el sol, aprovechando los espacios vacíos, ganaba terreno. Como ya está cambiando el tiempo, se están tomando varias acciones, para mejorar el parque, se han puesto manos a la obra.
Que simple, yo también quisiera poder tomar esas acciones, marcar lo que está de más y necesita con urgencia ser removido. Pero no me resulta tan sencillo, se ha incrustado como un crustáceo en mis emociones, en mi espíritu que se inquieta cuando lo escucha arrastrar sus patas que avanzan o retroceden, y ya cuando se sabe descubierto, se sume dentro de su caparazón estático, mustio, fingiendo que se ha marchado. Pero yo sé que sigue ahí, que es solo cuestión de tiempo y de costumbre, libre de miradas indiscretas, nuevamente asomara sus antenas oteando el silencio, cambiando con rapidez de sitio.
Cuando era niña, con el mar de fondo tronando en la orilla, junté caracoles en una cubeta y después, descubrí con horror, que escalaban por las paredes y me amenazaban con sus tenazas, fieros con sus ojos prominentes de mirar fijo. Los vacié sobre la arena, los vi alejarse de prisa hacia el sol tardío, otros, se sepultaron profundo en la arena húmeda con la prisa que da el miedo.
Una vez, un alma atormentada, creyó haberse convertido en un gigantesco insecto cuando sus miedos tomaron el mando de su vida. No quiero que me suceda lo mismo, por eso hoy, envidio la textura de la madera, que permite ser aserrada en su beneficio, para después, florecer con retoños nuevos, vibrante de savia nueva.
Pero no puedo ser un árbol, en esta toma de decisiones, me tocó ser yo. Así que limpiaré mi casa hasta encontrar el origen, y en la medida de mis fuerzas, afrontaré con razonamientos como las personas sensatas, dialogaré conmigo por propio interlocutor. Porque es necesaria la coherencia, estoy consciente que una vez tomado el fuerte de mis emociones, será inútil ondear la bandera blanca, porque los enemigos están dentro y no hay escapatoria posible.
El primer paso está dado, el enemigo ha sido descubierto, estoy detenida en una reflexión sobre mi vida viendo a los hombres trabajar, y decido ser la jardinera de mí misma. Así que extiendo una cinta invisible prohibiendo el paso, después, señalo qué debe cortarse o modificarse en mí, como un árbol más. Porque estoy cansada de seguir viejos patrones, debe de prevalecer el orden como lo hace en el universo entero. Por otra parte, se acerca la primavera y el invierno solo fue una estación pasajera, solo una más de las cuatro existentes.