Con cariño a Laurita, Angélica, Lola, Juanita y a todas las usuarias del diario.
Todos los días me traslado en camión. Las zonas moradas, que son nomás para las mujeres, están rotas, no sirven y muchas veces tengo que ir parada y, pues sí, las sobadas a veces se dan; no falta el manotas. Por eso traigo la mochilota.
Me gusta andar en camión, vengo mirando a las personas desde arriba, les veo las caras, pienso en que tanto irán platicando; otras veces los veo cantando y me alegro; también van bien muinos; los he mirado con sus lagrimotas o algunos con quejas de dolor…viera cuánto aprende una cuando anda en un camión; creo que todos deberían de andar más en ellos.
Casi siempre tengo amigas y conocidas, algunas ni sé cómo se llaman, más de tanto año de vernos y subirnos por las mismas rutas ya hasta nos saludamos; cuando alguno falta, yo de plano les pregunto el por qué de sus ausencias. Así me enteré de tragedias, bodorrios, funerales o de noticias que ni salen en los periódicos, pues ya ve que hay lugares en donde nadie quiere ya pasearse.
Hay días y horas en las que parecemos sardinillas, todas apretujadas, olemos hasta cómo respiran los corazones; de plano me ha tocado ponerle el cachete a la espalda de alguno, sin ánimo de conquistarlo. Y, eso de que no contaminan pues no creo, unos parecen maracas, van por las calles sonando como si se fueran a desbaratar, y de tanto humo parece tren con chimenea. Pero eso sí, todos por fuera están bien pintados, hasta parecen nuevos, pero son los mismos viejitos.
Los choferes son otra historia, hay unos que de plano ni la burla perdonan, ni esconden la caguama y van con sus cigarrotes, esos me caen re gordos pues cuando miran que alguien va enfermo, no se tientan el corazón para bajarle al hábito. Hay otros que de plano compadezco, pues dicen que traen turnos como de 20 horas o más…bueno, eso me dijo mi vecino.
Ah y las tarjetas ese es otro brete, dicen que en todas las tiendas los venden, más no es cierto, mejor hay que ir al centro. Yo voy con gusto, pues me doy una vuelta y me siento en las bancas debajo de los árboles; me gusta mirar el trenecito y a los globeros. De ahí agarro para el mercado y casi siempre algo se me pega para darles a mis niños. Mi abuelita nos contaba, que hace muchos años, por ese mismo camino pasaba una mulita que arrastraba un carro de trenecito, que era como si fuera el camión, pero más divertido ¿cómo serían esa gente?, ¿cuidarían de los suyos?, ¿tendrían también sindicatos y tantos intereses?, ¿irían platicando? o ¿nomás se subían sin verse a la cara? vayaustéasaber.
Yo me sé de memoria casi todas las rutas, y sé muy bien donde son las paradas, por eso hago harto coraje cuando muchos choferes no respetan ni la ruta o la parada, nomás por irle a pasar silbando a la novia hagaméelrefavor. ¿De veras no me cree? La uno es la de San Miguel Octopan, la dos es la de Tamayo; la doce es la de San José, Puerta del Monte pues hay varios Joseses: Crespo, Jofre, Roque ¿ya me creyó o le sigo diciendo las 49? Ojalá y de veras se anime a dejar su coche y se suba en los camiones, estoy segura de que, así como es usted, lueguito les ponía orden y los traería bien limpios ¿qué dice se viene conmigo?
*Esta historia, por supuesto, es ficticia y nada tiene que ver con la realidad.