Recientemente empezaron los trabajos de adecuación, que no de destrucción, a la cortina de la presa El Zapotillo, con la finalidad de construir el vertedero a cuarenta y dos metros de altura, para garantizar que nunca se inunden los pueblos de Acasico, Palmarejo y Temacapulín.
Esto según lo pactado en agosto del 2021 entre autoridades federales, pueblos, conservacionistas, autoridades religiosas y el gobernador de Jalisco.
La construcción de El Zapotillo, en Cañadas de Obregón, Jalisco, ha dado lugar a una serie de inconformidades y movilizaciones de los pobladores, acompañados de ONGs, universidades, ecologistas y, desde luego, de los correspondientes amparos por violaciones a sus derechos.
Todo lo anterior convirtió El Zapotillo en un problema intratable por su prolongación, irreconciabilidad y su naturaleza de suma cero. En términos generales, el conflicto se generó a partir de una visión vertical de la ecología política, la asimetría entre las relaciones de poder y las desigualdades sociales y la decisión autoritaria, de inundar los pueblos sin diálogo con las bases, nunca socializaron el proyecto.
El Zapotillo nació plagado de problemas, con una oposición feroz de los pueblos para defender sus tradiciones, sus iglesias, sus santitos, sus muertitos y tres mil hectáreas que la presa inundaría; aun así, El Zapotillo más o menos avanzaba, con una cortina proyectada de 80 metros de altura; sin embargo, todo se vino abajo cuando el presidente Calderón, en el 2010, con su característico estilo autoritario y pendenciero, decidió arbitrariamente subir la cortina hasta 105 metros.
La decisión afectaba 5 mil hectáreas, desahuciando así a los tres pueblos, ya que el agua los taparía totalmente; Así las cosas, los pobladores dieron la batalla legal y atoraron esas intenciones, mediante amparos, movilizaciones, apoyo de organismos internacionales, la Iglesia y conservacionistas.
No fue hasta doce años después, el 14 de agosto de 2021, que el presidente López Obrador y el Gobernador de Jalisco fueron a dialogar y a escuchar personalmente a los pueblos. Esta atención, algo que nunca habían sentido los pobladores, facilitó finalmente el acuerdo para que funcionará El Zapotillo: se debería respetar la altura de 80 metros de cortina y construir los vertederos a los 42 metros de altura, para asegurar que nunca sufrirían una inundación.
Desde luego que esto trajo como consecuencia la disminución de los 420 millones de m3 que almacenaría originalmente la presa, a solo 120 millones de m3. Entonces solo alcanzaría el agua para abastecer a Jalisco, que es donde se encuentra el embalse. Esto fue lo posible, aunque no lo deseable…
Mediante el diálogo y respeto a la decisión de los pueblos, terminaron 17 años de conflicto político, religioso, cultural y socioecológico, donde los pobladores son parte de la naturaleza. La presa El Zapotillo fue un claro ejemplo de lo que no debería hacerse.
Lo sorprendente de todo esto es que, al momento de que un medio en León informara sobre los inicios de los trabajos en la cortina del Zapotillo, decisión que se conocía desde el 2021, aparecieron tonantes declaraciones, unas trasnochadas y otras, de los gatilleros de la política, que asaltan a la razón con la finalidad de confundir al ciudadano y encubrir a los verdaderos responsables.
Pero que quede claro: León tiene sed, porque durante 25 años gobiernos incumplieron promesas de campaña. Recuerdo cuando don Arnulfo Padilla, en Los Pinos, le dijo al presidente Fox que “cuando visitara León, no iba a haber siquiera un vaso con agua que ofrecerle”.
A lo que Fox respondió, frunciendo los labios y produciendo un agudo silbido en la últimas sílaba: “No soy de León, soy de San Panchiiuuuuu”. Además de todo esto, es ominoso e indignante que, en todos estos años de promesas incumplidas, nadie pensara en un “Plan B”. No, nadie, fueron omisos y acomodaticios. Todo mundo reparte culpas, pero rehúyen su propia responsabilidad.
Monterrey se quedó sin agua por omisiones de gobiernos anteriores: Pero en cuestión de tres meses se estructuró un “Plan B” con medidas a corto, mediano y largo plazo: perforación de pozos; agua del Río Ramos y renovación de las líneas de distribución con fugas; además, la construcción de cuatro plantas para tratamiento avanzado y reciclar el agua potable. La que se construyó en León, hace 20 años, fue un verdadero fiasco, con plena conciencia de los notables de SAPAL, que tapaban los engaños del concesionario.
León adolece de graves problemas sin resolver, como el lastimoso tema de la inseguridad, el insufrible tráfico vehicular y la escasez de agua, situaciones que cada vez empeoran sin que se vea la luz al final del túnel…. Ahora al Gobernador, Ale y al nuevo Consejo de SAPAL les toca lidiar con problemas heredados. Pero ¿y el “Plan B” del agua para León…? En León se paga la tarifa de agua más cara de México. La solución es la Presa de Solís, más grande que El Zapotillo, está en Guanajuato y por el Canal Coria el agua llegaría hasta Irapuato, sin costo de rebombeo. León tiene sed.