Lo llaman el Holodomor, término derivado de las palabras ucranianas holod, “hambre”, y mor, “exterminación”. Es la “exterminación” por “hambre”. El recuerdo histórico no se ha apagado y es una de las razones por las que los ucranianos luchan hoy con tanto ahínco ante las tropas invasoras rusas. Ya vivieron las consecuencias del odio de un gobierno ruso.

Alrededor de 5 millones de personas murieron de hambre entre 1931 y 1934 en toda la Unión Soviética, pero la mayoría, 3.9 millones, eran ucranianos. Esta enorme mortandad fue producto principalmente de la orden de Stalin de confiscar y colectivizar las tierras agrícolas privadas de Ucrania y el resto de la Unión Soviética. Stalin también mató a millones en purgas políticas e ideológicas. Una vez más, sin embargo, concentró su odio contra los ucranianos. Las purgas se dirigieron fundamentalmente contra quienes defendían la lengua y la cultura ucranianas o mostraban orgullo por su patria ucraniana.

“Es un caso de genocidio, de destrucción, no solo de individuos, sino de una cultura y una nación”, señaló Raphael Lemkin, el abogado polaco judío que acuñó el término “genocidio”. Ese era el propósito: acabar con la nación, la cultura y la lengua ucranianas.

En su libro de 2017 Red Famine: Stalin’s War on Ukraine (Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania) Anne Applebaum ofrece un detallado recuento de la tragedia de 1931-1934 en ese país. La razón principal del hambre fue la confiscación de las tierras de los kulaks, los pequeños y medianos agricultores, con la intención de crear grandes granjas colectivas manejadas por burócratas venidos de las ciudades. Stalin, empero, no solo quería robar las tierras de los kulaks, sino “liquidarlos como clase”.

Si bien el término kulak no se utilizaba en Ucrania, provenía de otras regiones de la Unión Soviética, Stalin lo impuso como un insulto y justificación para saquear propiedades y matar a familias completas, incluyendo a niños. En la propaganda de Stalin los kulaks eran granjeros “ricos”, cuya prosperidad era la razón de la pobreza de todos los demás. “Un campesino rico era un concepto relativo”, escribe Applebaum. “‘Rico’ podía significar un hombre con dos cerdos en lugar de uno”.

La colectivización forzosa de la tierra y la aniquilación de decenas de miles de kulaks con conocimiento de generaciones en la agricultura provocaron el desplome de la producción de alimentos en Ucrania y Rusia. Pero el odio de Stalin contra el pueblo ucraniano iba mucho más allá de los productores del campo. A pesar de la tradicional riqueza agrícola de Ucrania, la población empezó a fallecer por hambre. Los policías, en lugar de ayudar, recibían instrucciones de irrumpir en hogares para confiscar cualquier mendrugo. Además, Stalin ordenó el encarcelamiento de intelectuales, escritores, profesores, artistas o sacerdotes ucranianos, quienquiera que utilizara la lengua ucraniana para labores intelectuales. Escribe Applebaum: “Incapaz de ver lo que estaba sucediendo, Mikola Skrypnyk, uno de los dirigentes más conocidos del Partido Comunista Ucraniano, se suicidó en 1933. No fue el único”.

Hoy el líder ruso Vladímir Putin insiste: “Los rusos y los ucranianos son un pueblo”. ¿Y cómo fortalece la unidad de estos pueblos? Bombardeando las ciudades ucranianas. Además, quiere recuperar el culto a Stalin. En febrero develó un nuevo busto del dictador para celebrar los 80 años del triunfo del Ejército Rojo en la batalla de Stalingrado. Con razón el pueblo ucraniano está dispuesto a cualquier sacrificio para enfrentar la invasión de las tropas rusas.

Fentanilo

Ni Estados Unidos va a invadir México, ni el fentanilo, que puede producirse en cualquier país, dejará de fluir a la Unión Americana. Los políticos a ambos lados de la frontera, sin embargo, buscan aprovechar la crisis de salud pública para llevar agua a su molino. 

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