La perorata diaria de la mayoría de los medios de comunicación masiva coincide de manera apabullante: todo va de mal en peor, y esto muchas veces sin importar lo que indiquen las estadísticas, los registros federales o los precios del mercado. La dinámica pesimista y negadora de los datos me pone en conflicto, pues soy de los que revisa de manera periódica tablas como el “ejecutómetro”, el registro de muertes violentas, publicado diariamente por el Periódico AM desde hace cinco años. Para mi sorpresa, Irapuato ha aparecido cada vez con menor frecuencia desde diciembre del año pasado, mes que registró la masacre ominosa del bar El Pantano, donde 12 personas fueron asesinadas.
Según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que publica puntualmente el observatorio ciudadano, Irapuato ¿Cómo vamos?, enero y febrero han mostrado un decrecimiento fuerte en la cifra de homicidios dolosos: 51% menos víctimas que el mismo periodo acumulado del año anterior. Este descenso no tiene equivalente en ciudades grandes del estado y hace que nuestra ciudad ya no comparta la cima de la tabla con León y Celaya. En otros delitos de alto impacto, en particular robo a vehículo, las cifras no son tan halagüeñas, sin embargo el contraste con las dos ciudades mencionadas puede llevarnos a pensar que algo está pasando y para bien.
Quiero pensar que algo se aprendió de los bandazos y errores durante los primeros meses de la gestión de Lorena Alfaro, que puntualmente comenté en columnas anteriores (Reconfiguración y desbandada, Irapuato huele a muerte, La camioneta de Lorena y Entrelíneas, las principales). ¿Está relacionado con este resultado el despido de más de cien policías en octubre del año pasado, días después de pedir permiso al gobernador para “hacer las cosas de manera diferente”? Si es así, ¿en qué más consiste esta manera? Porque a pocas semanas del anuncio vimos a la Policía Municipal patrullando junto a la Guardia Nacional y al ejército. ¿Hace esto en realidad la diferencia? ¿Podemos esperar que esta mejoría se contagie a otros delitos o hay algo más que se nos oculta?
A escala nacional, el 2023 muestra una mejora general en las estadísticas de homicidio doloso, que alcanzaron su punto máximo en el último año sexenio de Enrique Peña Nieto y se han mantenido estables durante el sexenio de AMLO hasta el año pasado, desde donde muestran una baja sostenida, y nos hacen estimar que al final del 2023, sólo si se mantiene la tendencia, podríamos hablar de una disminución entre el 20 y 25% respecto al 2022. ¿Es esto posible en realidad? ¿Están tan mal las cosas como se nos insiste? Por supuesto, con estas cifras no podría poner las manos sobre el fuego, como tampoco puedo asegurar que sea hora de echar las campanas al vuelo. Mucho menos si consideramos el poder económico y militar del crimen organizado y el año electoral que se avecina tanto en México como en Estados Unidos. ¿Existe una fórmula mágica para que los índices desciendan en Irapuato, mientras los cambios son mínimos en León o Celaya? Creo que es algo que deberían explicarnos los analistas en seguridad.
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