López Obrador llenó la plaza y mucho más. Utilizó todos los recursos del Estado. Cientos de autobuses transportaron a los participantes al centro histórico de la Ciudad de México. Algunos iban por convicción, otros por obligación. El Zócalo y las calles adyacentes se llenaron a rebosar.
La razón oficial era celebrar el 85º aniversario de la expropiación petrolera. El discurso del presidente, sin embargo, divagó por muchos temas. Bordó sobre la política agraria del general Lázaro Cárdenas, a quien calificó de “auténtico humanista”, y sobre su cercanía al pueblo. Ofreció una visión de la historia, sin embargo, según la cual Cárdenas habría postulado como candidato a sucederlo al moderado Manuel Ávila Camacho, en lugar de al radical de izquierda Francisco Múgica, por “la beligerancia de los grupos de derecha”. No se entiende por qué un presidente tan valiente y cercano al pueblo tuvo miedo al elegir a su sucesor por las presiones de grupos minoritarios.
López Obrador afirmó: “No aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”. Él sí es valiente, no como Cárdenas. “Por eso en nuestro mandato se combate la corrupción, existe un gobierno austero, sin lujos, y todo lo ahorrado se destina a financiar los programas de bienestar.”.
Al hablar del T-MEC, AMLO defendió el derecho del gobierno de reformar la Constitución y la legislación interna, y de mantener el “dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional”. Son los argumentos que ha empleado ante las quejas de Estados Unidos y Canadá por haber violado el tratado al cambiar de manera retroactiva las reglas del mercado de energía. Añadió: “No puedo dejar de mencionar que en los últimos días algunos legisladores de Estados Unidos. sostuvieron que, si no deteníamos el tráfico de fentanilo hacia la frontera norte, ellos iban a proponer al congreso de su país que ocuparan soldados norteamericanos en nuestro territorio para enfrentar a la delincuencia organizada”. Respondió: “Ya no es el tiempo de Calderón ni de García Luna. Les recordamos a esos políticos hipócritas e irresponsables que México es un país independiente y libre, no una colonia ni un protectorado de Estados Unidos, y que podrán amenazarnos con cometer cualquier atropello, pero jamás, jamás permitiremos que violen nuestra soberanía y pisoteen la dignidad de nuestra patria”.
La celebración en el Zócalo fue, una vez más, un simple mitin político. El presidente confirmó su poder de convocatoria, siempre importante, hoy multiplicado por la fuerza del Estado. Una vez más recurrió a una visión simplista de la historia, con héroes y villanos que él mismo define, aunque en este caso matizada por su interpretación de un Cárdenas dispuesto a enfrentar al mundo, pero no a una derecha minoritaria. López Obrador entiende que la política es comunicación, y comunica con habilidad al simplificar los temas presentes e históricos.
La expropiación petrolera fue parte central de la mitología con la que se justificaba la “dictadura perfecta” del PRI del siglo XX. No sorprende que la recupere hoy un presidente cuyo proyecto de nación es regresar al sistema de partido hegemónico con elecciones de carro completo y monopolios gubernamentales en energía, y con discursos nacionalistas frente a los gringos arrogantes. Es el México que recuerda con nostalgia de sus años de juventud.
Sucursales
El futurista australiano Brett King advirtió este 17 de marzo en la Convención Bancaria que las sucursales físicas están en camino de desaparecer en el mundo. El gobierno de López Obrador, sin embargo, gasta miles de millones de pesos en un esfuerzo por construir 3 mil sucursales del Banco del Bienestar.
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