El éxito mundial de TikTok, la plataforma de videos breves, se convierte en una difusora personal. Sumada a Instagram, Facebook y Twitter, la red social de las nuevas generaciones es un fenómeno que proviene de China. 

El fin de semana largo fue una buena oportunidad para reflexionar sobre sus contenidos y lo que nos dicen, antes de que comience la disputa que causa entre China y Estados Unidos. También lo que significa para México. 

Después del encierro pandémico, la gente se sumergió en las redes sociales y el internet para conectarse con el mundo, para salir sin salir de casa o saber que los cercanos seguían ahí. El interior de millones de casas y su mundo privado se convirtió en un tema público. Las y los jóvenes comenzaron a mirar a su teléfono para ver y ser vistos, para comunicar aficiones, deseos y mucha sensualidad. 

En lugar de vivir la profecía de 1984 de George Orwell, donde hay un sólo ojo que ve y vigila por todas las cámaras, hay millones que miran y ven, se acercan a la cámara o al teléfono para transmitir y recibir. 

Al ver Tik Tok “Live”, uno se adentra en un mercado tailandés donde un experto cortador de piñas tiene miles de espectadores. En la plaza central de Praga, un artista callejero hace girar la bandera norteamericana y la de la República Checa. Apoyan a Ucrania.

El scroll parece infinito. Agricultores en su tractor muestran cómo se cultiva el campo en algún lugar de Estados Unidos y dos locutores de una estación de radio en Oklahoma nos dejan ver el curso de su programa matutino con la música country de fondo. 

Las latinas y los latinos somos más extrovertidos y nos encanta socializar, por eso grupos de amigas ponen su teléfono frente a ellas y llevan charla por todo el continente. Entre los más vistos están algunos fisicoculturistas y maestras de Yoga. 

Algunos sueñan con convertir su presencia en influencia para miles, y de ser posible, para millones. Algo que puede asegurar un ingreso en publicidad, regalías o presentaciones. Quienes van por el mundo de turistas y nos lo muestran en vivo o grabado, pueden hacerlo por los patrocinadores. La viralidad juega a su favor.

Hay un canal de televisión o de radio para el que quiera crearlo.

En el teléfono podemos ver los disturbios en París transmitidos desde el teléfono de un reportero parisino de Brut. Narra lo que sucede en la Plaza de la Bastilla con la policía antimotines que rodea a los manifestantes. Pasa la medianoche y la inquietud sigue por el cambio en la edad de jubilación. Se escuchan los gritos de protesta, y entre todo el barullo, los inconformes elevan sus teléfonos para grabar o transmitir a su vez lo que acontece. Brut tiene 3.9 millones de seguidores, es un sitio informativo que nos pone en el centro del conflicto, como lo hace cualquier radiodifusora o teledifusora formal. 

En Japón amanece y la televisión nipona tiene cámaras fijas en algunas ciudades como en Tenjin en Fukuoka. Casi sentimos y escuchamos la vibra del centro con el tráfico bañado por la lluvia y el sonido de ambulancias.  En el aeropuerto de  Haneda en Tokio también se esclarece con el inicio de la primavera;  los aviones de la línea Aérea ANA esperan pasaje. Todo impecable y en perfecto orden. 

Existe un indiscreto encanto en Tik Tok, el de la curiosidad nunca satisfecha. Por eso es adictivo. 

 

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