Lo de la defensa del petróleo fue un pretexto. El presidente López Obrador llenó el Zócalo para hablar de la sucesión presidencial del 2024. Estos fueron sus mensajes:

1. El primer tramo del discurso fue un mensaje encriptado, muy fácil de desencriptar. Acomodó la Historia de México para, al más puro estilo priista del “tapado”, enviar sus señales:

El general Cárdenas era un presidente muy cercano al pueblo, muy querido, que regaló tierras como nunca antes: “No dudó en apoyarse en los de abajo para hacer realidad su transformación”. Con este respaldo pudo realizar las expropiaciones de los bienes nacionales que Porfirio Díaz había entregado a empresas privadas. Se dio cuenta de que, por la amenaza de una nueva Guerra Mundial, Estados Unidos no agrediría a México y aprovechó eso para dar el golpe de la expropiación. El presidente americano era un gran estadista y su embajador un hombre sabio. Los dos supieron entender a México. Los millonarios se quejaron ante Estados Unidos y pidieron que interviniera para proteger sus empresas. “Roosevelt les dice: señores, yo aquí nada puedo hacer, el gobierno mexicano ha cumplido su deber”, citó un corrido. Ante ello, empresarios, clases medias y medios de comunicación canalizaron su enojo en la oposición y se fundó el PAN. Por eso, en la sucesión presidencial el general Cárdenas tuvo que actuar con cautela: hubiera querido escoger al general Mújica (“con quien tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad”) pero no le quedó de otra más que optar por Ávila Camacho, “que sostenía posturas moderadas”. De esta manera, se evitó la guerra civil, pero “se instauró la paz de las componendas y de la corrupción”.

Ya sin metáforas históricas, definió: “nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios… No a las medias tintas”. Y así, de un jalón, amenazó a empresarios y los extorsionó con su popularidad; echó en cara a sus adversarios que Estados Unidos no los ha apoyado ni los va a apoyar; hizo un guiño a Joe Biden y a Ken Salazar; y ofreció su exposición de motivos para decidir el destape en Morena.

2. El segundo mensaje político no estuvo ni tantito encriptado: “Estoy convencido que cualquiera de los aspirantes que resulte triunfador en la encuesta para elegir al candidato de nuestro movimiento aplicará la misma política en favor del pueblo y en favor de la nación. Está asegurada la continuidad con cambio. No hay nada que temer. Eso sí, tenemos que mantenernos unidos”. Mostró la fuerza, pero también mostró la vulnerabilidad: si no nos dividimos, ganamos.

3. La maquinaria del acarreo está perfectamente aceitada, lista para la campaña. Más allá de la ridícula cifra oficial —si se compara con las que emitió el gobierno para las marchas del INE y de las mujeres—, se llenó el Zócalo, y bien. Hubo gente que fue por convicción, pero se documentaron kilómetros y de autobuses estacionados con precisión casi militar, cuyos coordinadores sabían dónde bajarse y hacia dónde dirigir a los pasajeros.

SACIAMORBOS

Y ante las quejas de que retrocede el reloj 50 años… lo retrocedió 90.

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