El dolor crónico es la principal fuente de sufrimiento humano y es una de las causas más frecuentes de búsqueda de atención médica en nuestro País, donde se estima que más de 20 millones padecen la triada de dolor, sufrimiento y discapacidad.
El dolor crónico produce daño físico, emocional, social, laboral y económico, repercutiendo en la funcionalidad y productividad en México y América latina.
En la Clasificación Internacional de Enfermedades en su versión 11 (CIE-11) que entró en vigor hace un año, se introdujeron conceptos nuevos relacionados con las enfermedades que cursan con dolor crónico, abriendo grandes oportunidades para la mejora de la atención, estudio y seguimiento de los pacientes con dolor. Participaron expertos mundiales en dolor crónico y le dieron un enfoque taxonómico por prioridades: primero la etiología, seguido del mecanismo fisiopatológico y por último el área anatómica.
El dolor se definió como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con, o similar a la asociada con daño tisular real o potencial. La CIE-11 divide el dolor crónico en siete grupos: 1) primario, 2) por cáncer, 3) postquirúrgico o postraumático, 4) neuropático, 5) orofacial y cefalea, 6) dolor visceral y 7) musculoesquelético.
La primera implicación práctica es que define de forma separada dos entidades: el dolor crónico primario, caracterizado por alteración funcional o estrés emocional no explicable por otra causa, y ojo, se plantea ya como una enfermedad en sí misma; y el dolor crónico secundario, que es una entidad donde el dolor es un síntoma de una condición clínica subyacente.
Entre las novedades del CIE-11 se incluye al dolor crónico oncológico que tiene un tratamiento de especificidad, al igual que el dolor postquirúrgico o postraumático, el dolor orofacial y cefalea; el dolor crónico musculoesquelético secundario se define como el que afecta a las estructuras como tendones, músculos y huesos, ya sea debido a inflamación, cambios crónicos en su estructura o por alteración de la función biomecánica secundaria a enfermedades del sistema nervioso.
Es de vital importancia la distinción que se hace entre este grupo de dolor crónico musculoesquelético frente al dolor crónico primario, en el que se incluyen entidades como el dolor extendido crónico, la fibromialgia y el dolor crónico musculoesquelético. También pertenecen a este grupo de dolor crónico primario el dolor crónico pélvico, las cefaleas primarias y el síndrome de colon irritable.
Cada grupo de dolor en la CIE-11 tiene asignado unos criterios diagnósticos y una selección de subcategorías de dolor crónico. Se define como dolor crónico aquel que tiene una duración más allá de los tres meses como criterio de temporalidad. Esta definición sencilla permite que el dolor crónico sea claramente reconocible independientemente de otros descriptores como la intensidad del dolor, el impacto en la funcionalidad y el distrés relacionado con el dolor.
Estimados lectores, el estudio del dolor crónico es relativamente reciente, moviéndose del concepto de síntoma al de enfermedad, y dado que la CIE-11 es el lenguaje común internacional usado por todos los profesionales, gestores y planificadores implicados en la asistencia sanitaria, ahora tendrá un impacto socioeconómico que abarca más allá del plano asistencial clínico alcanzando niveles de planificación económica.
También tendrá implicaciones médico-legales al separar entidades que, aunque puedan tener fisiopatología parecida, no la tienen etiológica, por ejemplo el dolor crónico postquirúrgico y el dolor crónico postraumático.
La EVA (Escala Visual Analógica) es una herramienta que se usa para ayudar a una persona a evaluar la intensidad de ciertas sensaciones y sentimientos, como el dolor. La EVA para el dolor es una línea recta en la que un extremo significa ausencia de dolor y el otro extremo significa el peor dolor que se pueda imaginar. El paciente marca un punto en la línea que coincide con la cantidad de dolor que siente. Se puede usar para elegir la dosis correcta de un analgésico.
Cuando el dolor es leve (EVA 1-4) se utilizan analgésicos no opioides como al paracetamol, metamizol o AINE (analgésico no esteroideo); en dolor moderado (EVA 5-6) opioides débiles como la codeína o tramadol; en dolor grave (EVA 7-10) opioides potentes como la morfina, fentanilo, oxicodona, metadona, buprenorfina, tapentadol e hidromorfona, pueden ser asociados estos fármacos.
Quiero enfatizar que la utilización de analgésicos opioides es la piedra angular del tratamiento del dolor por cáncer. De aquí la importancia que el ejecutivo federal corrija el rumbo y se adquieran opioides en mayor cantidad en vez de buscar “alternativas” al fentanilo que no existen al día de hoy.
El desabasto existente de opioides está afectando negativamente la atención de los pacientes que viven con dolor crónico, vulnerando su derecho inalienable a la salud. Seguiremos dando la lucha desde el Congreso.