El presidente Andrés Manuel López Obrador convocó a sus seguidores para conmemorar, el 18 de marzo, el 85 aniversario de la Expropiación Petrolera. Ante miles de seguidores, defendió la soberanía nacional frente a las declaraciones injerencistas de senadores norteamericanos. Dijo: ¡“Cooperación sí, sometimiento, no”! Además, advirtió que continuará la transformación de México; por tanto, dibujó a Claudia como la figura ideal para garantizar la continuidad ideológica de la 4T. “Sin zigzagueos, como en la sucesión de Cárdenas”.
Para darle contexto a sus posicionamientos, sus proclamas estuvieron enmarcadas con distinguidos trazos históricos. Establecer continuidades y rupturas con el pasado, es parte fundamental de la retórica para conectar con el pueblo. El uso de la historia está lejos de ser nuevo en la política.
Las arengas que lanzó el Presidente, cargadas de simbolismo, en la Plaza de la Constitución, fueron respaldadas con el dramático eco que producían los edificios de los poderes fundacionales: Palacio Nacional, donde fuera la casa de Moctezuma, y la Catedral Basílica, testigos mudos donde se marmolizó la Historia de México. La extrapolación histórica a Lázaro Cárdenas y los avatares de la Expropiación Petrolera, fueron el espejo donde se quiso mirar el Presidente, para hablarse de tú con los héroes que trascienden en el tiempo que sepulta a los hombres.
El ágora de la Ciudad de México se ha convertido durante los últimos meses en un tablero de ajedrez, sobre el que Gobierno y oposición hacen sus movimientos tácticos de poder… “En el aire se palpa un fervor casi religioso. Sobre las cinco de la tarde, el primer mandatario irrumpe repartiendo abrazos como un torero que da la vuelta al ruedo recogiendo la ovación. El público -los manifestantes- enloquecen. El líder avanza hasta la mitad del escenario y mira al frente con los brazos en alto, los ojos fijos en el horizonte y gesto estoico. Un contingente cargado de pancartas y camisetas en apoyo a Morena corea a todo pulmón ‘¡Es un honor estar con Obrador!’. A pie de calle, cuando se pregunta a los manifestantes por qué han acudido a la cita, casi nadie menciona a Cárdenas ni el petróleo. La respuesta habitual es: Para apoyar a Andrés Manuel”: El País.
Las reverencias al nacionalismo petrolero aún están en el imaginario colectivo de los mexicanos en pleno siglo XXI, y el Mandatario las sacraliza. El gran relato, la leyenda, el mito y la historia son los aglutinantes de una nación. Estos, entre otros, dan la identidad, los vínculos solidarios y el sentido de pertenencia a la patria… Los gobiernos necesitan crear íconos y símbolos para poder gobernar. Por tal motivo, la expropiación petrolera fue incluida en el gran relato, elevada a la categoría de ícono, como referente nacional. El Presidente hizo gala de la liturgia del poder, tal y como lo hace la Iglesia para celebrar “oficios divinos”, utilizando los símbolos como estrategia de persuasión colectiva.
La liturgia del poder requiere de categóricos símbolos que remuevan los sedimentos del inconsciente colectivo, que está latente en todos los seres humanos, y pueden ser despertados en cualquier momento. Recordemos el pendón con la imagen del Sol Invictus del emperador Constantino, o la cruz gamada de Hitler; también, el estandarte de la virgen de Guadalupe de Hidalgo… El crucifijo que le entregó su hija a Vicente Fox cuando la asunción al poder… Los políticos se sirven de los símbolos del altar de la patria, pero también de los religiosos, como lo hacen los conservadores, para capturar el inconsciente de los gobernados.
Los que tienen oficio para gobernar, saben de la poderosa influencia de la Historia, indispensable en la retórica de la narrativa para trazar origen y destino de un pueblo. En México, la Guadalupana, el águila devorando la serpiente y la mexicanidad del petróleo, han sido símbolos de orgullo, raza y patriotismo. Históricamente, estos fueron incrustados en el inconsciente del pueblo, por el poder religioso y político, desde el púlpito y el balcón de Palacio Nacional.
Así las cosas, el Presidente abonó al fervor nacionalista de sus seguidores: ¡El petróleo es de los mexicanos! ¡Intervencionismo, no! ¡Oligarquía, no! ¡Viva la Expropiación Petrolera! Acto seguido, viene la aclamación de la exaltada mexicanidad de la raza de bronce.
Es indudable que la gran concentración del 18 de marzo se concretó como expresión política, con dirección y destinatario, a diferencia de la gran marcha en defensa del INE que no tuvo concreción en ningún líder ni partido político; así, la energía de la poderosa clase media se disipó sin rumbo ni liderazgo.
Todo el doro retórico de la liturgia del poder, en el acto de la Expropiación Petrolera, es parte de los preparativos para la sucesión presidencial. Mientras, la oposición, pareciera estatua de sal, petrificada desde el 2018: no hay agenda, no hay propuesta, no hay discurso, no hay líder carismático. “Los grupos opositores no salen de sus extravíos y han dejado el camino libre al Presidente para dominar la sucesión. No han sabido entender lo que definió la apabullante victoria de Andrés Manuel López Obrador”: Expansión.
La liturgia del poder
Los políticos se sirven de los símbolos del altar de la patria, pero también de los religiosos, como lo hacen los conservadores, para capturar el inconsciente de los gobernados.