Por decreto presidencial se declara que el 2023 sea el Año de Francisco Villa. Su imagen, acompañada de la frase “El Revolucionario del Pueblo”, será venerada por el presidente AMLO y los admiradores de este chihuahuense que en realidad se llamaba Doroteo Arango.
El movimiento de Villa representó la lucha de los campesinos, sobre todo del norte de la nación, contra el latifundismo del porfiriato y en busca de justicia tanto social como económica. Los partidarios villistas se han dejado llevar por el lema de su general, que decía: “El país debe ser gobernado por alguien que realmente quiera a su gente y a su tierra y que comparta la riqueza y el progreso”.
Pero esta figura que ha sido considerada como un, héroe al cual se le rinden honores diariamente desde la mañanera del presidente, tiene graves y grandes deudas con los derechos humanos en general que manchan terriblemente su historial, subrayando la violencia hacia las mujeres mexicanas. Deudas que pasan desapercibidas por el mandatario como lo ha hecho con los reclamos de feminicidio que han acontecido en el país.
El icono de Pancho Villa representa a uno de los jefes más representativos de la Revolución Mexicana, con su sombrero de ala ancha, su frondoso bigote, sus cintos de balas cruzados en su pecho, su pistola enfundada y su caballo, resulta inspirador para muchos. Denota fuerza, poder, control. Se revela como un ser autoritario, atrevido, y extremadamente mujeriego, atributos reconocidos como parte de la masculinidad mexicana.
El comportamiento de este venerado “héroe” demuestra la incongruencia que manejaba en su trato hacia las mujeres. No tenía escrúpulos para cortejarlas y hasta para casarse con ellas, distorsionando el concepto de lealtad. Por eso llegó a casarse 23 veces, aunque se le cuentan 75 relaciones amorosas.
Aunque decía sentir un profundo respeto y admiración por las mujeres y fusilaba al soldado que violaba a alguna, la historia prueba lo contrario, ya que cuando sus tropas se encontraban en un pueblo de Chihuahua buscando a un grupo armado con el fin de reclutarlos para su causa, éstos huyeron, y como represalia Villa ordenó que secuestraran a todas las mujeres del pueblo y él y sus tropas abusaron de ellas.
Así también, de acuerdo con Héctor Aguilar Camín, en el pueblo de Camargo una mujer le reclamó a Francisco Villa el asesinato de su esposo, a lo que el general le disparó en la cabeza, y como parte de su venganza, ordenó que se fusilaran a todas las soldaderas que tenían prisioneras dejando un saldo de noventa mujeres asesinadas.
Igualmente está el suceso de Namiquipa, en Chihuahua, cuando Villa ordenó el secuestro de 110 mujeres y niñas de entre diez y veinte años, de las cuales murieron veinte debido a la brutalidad con la que fueron tratadas por las tropas.
Aunque es de reconocerse la importancia de la rebelión social y agraria de Villa, los mitos, realidades y leyendas de este personaje, han influenciado con masculinidades tóxicas el comportamiento del machismo mexicano.
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