“Si algo puede fallar, fallará” y “es inútil hacer algo a prueba de tontos, porque los tontos son muy ingeniosos”, son dos frases que se encuentran en el compilado de las “Leyes de Murphy”, un ingeniero aeroespacial estadounidense, que trabajaba en sistemas de seguridad críticos y es conocido por esas leyes que llevan su apellido.
En afán de escapar a estos estatutos, en el ámbito de la salud (y otras disciplinas) se establecen multitud de reglas, normas, procedimientos y procesos regulados para disminuir el error o el fallo.
Es de hacer notar que los eventos adversos relacionados a la atención sanitaria son un grave problema de salud pública, puesto que ocasionan daños en diversos grados al paciente (incluso la muerte) así como a sus núcleos familiares y sociales, además de incrementar los costos de procesos de atención y las estancias hospitalarias.
Para evitar los errores y eventos adversos, que son resultado de varios factores a distintos niveles de atención de la salud, se intentan establecer soluciones que promuevan entornos y sistemas que minimicen riesgos, atendiendo a la complejidad y la notoria carencia de estandarización en multitud de centros asistenciales.
Sin embargo, muchos de estos esfuerzos no llegan a buen puerto por un comportamiento paradójico de quienes son los prestadores del servicio, es decir, los médicos y otros profesionales sanitarios.
Es evidente que en multitud de ocasiones, situaciones y lugares, no se apegan a lo establecido o a lo que evidentemente demuestra ser una buena práctica asistencial.
Pero, ¿porqué ocurre lo anterior? Si bien existen múltiples causas, podemos englobarlas en algunos conceptos clave. Primero, los estándares de seguridad no son monitorizados o reforzados y de igual manera las personas no realizan su trabajo de manera correcta porque no existen consecuencias por lo anterior.
De ello, es imperativo que los directivos sean claros y contundentes en expresar la necesidad ineludible de seguir políticas y procedimientos y que habrá retribuciones acordes al cumplimiento o no de las obligaciones como prestadores de servicios de salud.
El monitoreo continuo y la educación acerca de la importancia de la seguridad de los pacientes es fundamental para el cometido anterior.
También, los prestadores de servicio, no saben. Se dice y no pasa nada: multitud de colaboradores pueden no estar del todo alertas sobre cómo desempeñar algunos aspectos de su trabajo.
Muchas de sus prácticas se basan en costumbres o en el “así me enseñaron a mí” sin darse cuenta de que algunas de sus acciones son generadoras de errores y problemas. De lo anterior, es imprescindible tener un sistema de monitorización de competencias y de entrenamiento continuo, para aumentar el conocimiento y habilidades.
Así mismo, los sistemas son disfuncionales, teniendo su origen lo anterior en sistemas sumamente complejos (mejor dicho, complicados) creados por administradores, directivos o los propios operativos que carecen de entrenamiento básico en recursos humanos e ingeniería de procesos, los cuales crean entornos tan enredados que hacen sumamente difícil apegarse a las buenas prácticas o dar soluciones efectivas y oportunas.
Por último, se “normaliza” la desviación. Las malas prácticas repetidas comienzan a ser parte de la psique de los prestadores del servicio y es sumamente difícil extirparlas. A pesar de estar conscientes del error y de tener educación sobre el tema, varios profesionales eligen un actuar inseguro.
Es por lo anterior que se vuelve imperativo reforzar los sistemas de seguridad asistencial en salud, haciendo una labor activa de identificación de errores, establecimiento de riesgos y actuar en consecuencia para capacitar, adiestrar y sensibilizar a los profesionales sanitarios respecto a estos temas, pero también tomar acciones contundentes cuando existan conductas de carácter negligente.
La seguridad asistencial debe ser uno de los objetivos de los sistemas sanitarios y todos debemos trabajar para conseguirla. A los colegas, los invito a seguir las reglas y a los usuarios, a exigir que se cumplan.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre