Resultaría una tontería suponer que lo que ocurre en México es una enseñanza desde la cumbre de Palacio Nacional que enaltecerá a nuestras actuales y futuras generaciones.
El voto aquí tiene un precio; se vende, se compra y es como si dijéramos de alguna manera moneda de cambio.
Para confirmar esa realidad apreciemos que López Obrador y sus “corcholatas” no solo promueven votos comprometidos sino que además adelantan ya la promesa de que quien esté con ellos de una forma u otra, saldrán beneficiados en el futuro que ya viene.
López Obrador no tiene el menor escrúpulo para allegarse mayorías compradas.
Y yo le pregunto a usted, ciudadano común y lector cotidiano, si ganar con votos pervertidos, corruptos, engañosos, ¿esa es la democracia para nuestro país?
Lo peor de todo sería si lo que estamos aprendiendo es a engañarnos unos a otros. ¿Sus hijos, sus nietos, sus descendientes van a suponer que una mayoría comprada es la democracia? Si son razonables, como seguramente lo serán, se darán pronto cuenta que en eso de las mayorías compradas, hoy, mañana y siempre, está de por medio la perversión.
A nuestro presidente lo que le interesa es volver a llegar a la cima de la política activa, no importa que para ello deje su reputación tirada en el camino.
Nunca en la historia podrá corregir lo que ahora ejecutan de esta manera, porque mayorías engañadas, burladas, llevadas a las urnas a cambio de pitanza o donaciones son la esencia precisamente de la antidemocracia.
A nadie se puede engañar diciendo o haciendo malabares para repartir recursos financieros a cambio de apoyos políticos; eso no está por definirse, ya sabemos que es la base de la manipulación.
En el futuro, cuando un padre de familia sea interrogado por el joven que apenas llega al juego electoral le va a preguntar si comprar y vender votos es parte de la democracia.
El hombre y la mujer honestos que quieran una buena formación política para sus descendientes les van a tener que decir la verdad: o sea que el voto comprado, manipulado, vendido en cualquiera de sus formas anula de inmediato los valores de una competencia honesta y limpia.
Ya lo hemos dicho; pero debe repetirse, que lo que López Obrador hace ahora respecto de acumular el engaño y la mentira a su favor tarde o temprano tendrá que pagarlo como lo han pagado sus antecesores.
Cuando le llegue el juicio de la historia para mostrar que su ambición fue más allá de una democracia respetada y respetable.
La historia no perdona a ninguno de los que pretenden hacer el juego perverso de la democracia a su favor. Precisamente por eso condena a quienes creyeron manipular la verdad democrática para jugar con ella.