Para despedirse del milenio y también de su vida, Carl Sagan, el brillante astrónomo y divulgador de la ciencia, escribió un libro visionario. En inglés lo titularon Billions and Billions. En español Miles de millones. Sagan hizo ver con claridad como los seres humanos tendríamos que aprender a manejar muchos ceros y hacerlo bien. Estábamos en el umbral del milenio, 1996. No temerle a los ceros, sería imprescindible para entender de muchos temas: las tendencias de la población mundial, los presupuestos, las distancias siderales o la nanotecnología. Sagan hizo gala de la compleja sencillez del crecimiento geométrico de los granos de trigo en el tablero de ajedrez, o de la cuantificación de los granos de arena en las playas del orbe, o de las tasas de interés compuestas o de los microbios en una cuchara. Fascinante.

Quizá una década después, asistí a una comida en la cual el invitado principal era nuestro actual presidente. Al hablarnos de su proyecto de gobierno, lanzó la idea de construir diez refinerías para él imprescindibles. El tema estaba en la agenda pública: más refinerías o renovar las existentes. Las cifras circulaban, le pregunté, pero cada nueva refinería cuesta entre 12 y 15 mil mdd. ¿Cómo piensas financiarlas, (entonces le hablaba de tú) serían 150 mil mdd.? Con enorme seguridad me contestó, hay que acabar con “la ordeña”. Así se le decía al huachicol. Por supuesto, quién se puede oponer, pero son alrededor de 1000 mdd. al año, repliqué. O sea que se necesitaría siglo y medio para solventar el gasto por esa vía. Algo me quedó claro, no había leído a Sagan y lo de los ceros, no era lo suyo. Sigue sin serlo.

Las ocho columnas de EXCÉLSIOR del pasado sábado, me recordaron aquella plática. Al referirse al INAI afirmó: “Sería mejor que no existiera porque nos ahorramos los mil millones que cuesta…” mantenerlo. Mil millones de pesos son alrededor de 50 millones de dólares.

En el 2021 el intercambio comercial entre México y Estados Unidos fue de alrededor de 1.25 millones de dólares… por minuto. En menos de una hora –alrededor de 40 minutos- vendemos y compramos mercancías equivalentes a un año de INAI, aunque la cifra no es correcta. El INAI representa el 0.01% del gasto gubernamental. Pero ¿qué tiene que ver el INAI con las exportaciones? Todo.

Un intercambio comercial de esa dimensión, sólo ocurre entre países que cumplen con ciertas garantías jurídicas, con pesos y contrapesos, con vigilancia cruzada. La Freedom of Information Act  se promulgó en 1967. Más allá de lo comercial, al establecer que cualquier persona tiene derecho a obtener acceso al uso y destino que se da a los recursos públicos, se ampliaron los derechos ciudadanos. “Follow the money”, dicen por allá, para recalcar la importancia de ese rastreo. Durante esas décadas, se elaboraron muchas leyes equivalentes por su eficacia para combatir la corrupción. Los ciudadanos adquirieron un nuevo derecho y más poder. El mundo llegó tarde a esa discusión. La primera ley de derecho a la información o equivalente, la produjo Suecia en ¡1766! Los mexicanos obtuvimos ese derecho en 1977, en el artículo sexto constitucional. Pero no fue sino hasta junio de 2002, con Fox, que obtuvimos la Ley Federal y el mandato para la creación del Instituto Federal y de los institutos locales. Un gran paso.

No nos engañemos, ni en dólares ni en pesos. La parálisis provocada por esta administración en el INAI, busca acabar con el principal instrumento ciudadano para detectar y denunciar la corrupción hoy -por cierto- galopante. Tenemos un general secretario muy viajero. ¿Habrá más casos como Segalmex? Las principales denuncias de corrupción han sido hallazgos de la prensa o de la Sociedad Civil -como MCCI- con información pública.

¿Nos ahorramos? Tiran 332 mil mdp de NAICM, pero se ahorran…el INAI y así bloquean un derecho ciudadano.

La confusión con los ceros es real, la perversidad también. Otro gran engaño.

 

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