Esta vez no tuvieron que ser los documentos de Guacamaya Leaks los que exhibieran en sus mentiras al gobierno de México. No fue una revelación periodística, una solicitud de transparencia ni una declaración de un testigo. Esta vez fue el propio presidente López Obrador el que desmintió a su gobierno: sí se desmayó en Yucatán.

En el obradorato hay una adicción a la mentira. Nace del primer mandatario y baña a funcionarios, militantes y propagandistas. Mentir es la columna vertebral del gobierno: sostener con un ahínco encomiable una narrativa falsa para que la realidad no se imponga. La salud del presidente no tendría por qué ser la excepción.

Desde el domingo en la mañana que el presidente se desvaneció en Mérida –”desmayo transitorio” lo llamó él-, la administración federal acumuló casi 80 horas de estar escondiendo la verdad, mintiendo deliberadamente sobre la salud del mandatario. El secretario de Gobernación y el vocero presidencial fueron más allá. No sólo negaron el desmayo sino que atacaron, descalificaron e insultaron a los periodistas y medios de comunicación que publicaron que López Obrador se había desvanecido y eso había motivado a suspender su gira y trasladarlo de inmediato a la Ciudad de México.

Ayer por la tarde, el presidente emitió un video en el que exhibió a sus colaboradores.

Explicó sobre su episodio de salud: “Como que me quedé dormido, fue una especie de váguido, hablando coloquialmente. Llegaron de inmediato los médicos y me atendieron. No perdí el conocimiento. Sí tuve esa situación de desmayo transitorio y por la baja de presión querían llevarme en camilla y en una ambulancia al hospital”. Admitió incluso que fue trasladado a la Ciudad de México en ambulancia aérea. Todo eso fue negado y/o escondido por el secretario de Gobernación, el secretario de Salud y el vocero presidencial. Una operación de Estado para mentir sobre la salud del presidente. Esta vez, el video que los exhibió salió de Palacio Nacional y lo protagonizó el propio López Obrador.

En el video de 18 minutos que hizo para hablar de su salud, el presidente se quejó de las lamentables especulaciones que se dieron sobre si le había pasado algo irreparable. Tiene razón en quejarse. También lo pudo haber evitado si hubiera querido: la vez anterior que tuvo COVID sólo dejó pasar medio día entre que anunció el contagio y emitió el primer video para decir que estaba bien; esta vez fueron tres días. Salvo que tener al país distraído especulando en la mar de desinformación sobre su salud hubiera sido parte de una estrategia política:

Mientras el presidente convalecía, Morena y sus aliados se despacharon en la Cámara de Diputados: sepultaron al Insabi que ellos mismos crearon, acabaron con Financiera Rural que ellos mismos quebraron, prácticamente deshicieron al Conacyt, y le dieron el Ejército el control del Tren Maya, todo el dinero de los permisos de ingreso al país que pagan los extranjeros y más poder sobre el espacio aéreo.

 

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