Primero, enhorabuena por la salud de López Obrador, ni era enfermedad terminal ni tampoco una estrategia maquiavélica. Al Presidente le dio Covid, se sintió mal, se quedó “como dormido” pero no se desmayó (sea lo que sea que eso signifique) y terminó trasladado de Mérida a la Ciudad de México en ambulancia aérea. Estuvo en reposo tres días y medio, hasta que ayer grabó y publicó su video explicativo de ¡18 minutos!
No habrá funerales de estado, no habrá días de luto nacional ni Adán Augusto López asumirá el poder, no habrá sesión de Congreso para nombrar al nuevo jefe de la Nación, ni tampoco seremos testigos de una masacre política por el control del país, no habrá más traiciones que las habituales y no habrá más inestabilidad que la que todos los días provoca la 4T.
Tampoco habrá incertidumbre, para bien o para mal el lopezobradorismo seguirá marcando la agenda del país.
Pero López Obrador no durará para siempre, y no me refiero a su vida sino a su sexenio, en poco más de 500 días el presidente dejará de ser presidente y entonces, gane quien gane, tendrá que venir un giro radical en la manera de hacer política.
Nadie tendrá el poder de López Obrador, él mismo es un fenómeno irrepetible, la narrativa y el mito, el que amas u odias, el que genera todo tipo de rumores, por citar algunos de los últimos días: lo mismo decían que estaban en un hospital militar, que internado en una clínica en Estados Unidos, que con un respirador en Palacio Nacional, que en la planificación de una estrategia maquiavélica de alcances oscuros… ¡Y no!, el tipo tenía COVID y se guardó tres días.
Si Sheinbaum o Ebrard, ya como presidentes, se ausentaran por 3 días, ¿existirían esas especulaciones?, ¿serían con la misma fuerza?, quizá no, porque seguramente ni ella ni él gobernarán el país a base de mañaneras.
A partir del 1 de octubre del 2024 el lopezobradorismo habrá muerto en la forma de gobernar y solo quedará, poderosísima, su leyenda, su idea, su legado, pero ni el o la sucesora tendrán su chispa ni sus ocurrencias porque son, al final, políticos y no caudillos.
¿Pero qué pasará con el pueblo bueno y sabio que verá a políticos grises donde antes parloteaba su mesías?, ¿a poco se conformará con el espaldarazo y la bendición a lo lejos de su líder?
¿Y qué pasará con la oposición que vive todos los días del “Peje”?, ¿a quién le van a poder gritar?, ¿con qué ocurrencias van a terminar por indignarse?, ¿no terminarán erosionados del espectro político al no tener ya ni siquiera a quién mentarle la madre?
¿Y los medios?, ¿y los intelectuales?
Sí, solo tres días para que demostráramos que en este país somos patológicamente peje-dependientes.
De Colofón
Adán Augusto dividió opiniones en la mañanera, para algunos lo hizo pésimo, pero para otros trabajó de maravilla los rumores de las ausencias y mantuvo la narrativa de confrontación a los conservadores de su jefe.
Como sea, estos días en la mañanera le servirán, al menos, para que más gente tenga idea de su existencia, pero de ahí a que eso le alcance para algo… A menos, claro, que el recuperado presidente tenga nuevo favorito.
Y todavía faltan 521 días para que se acabe el sexenio.