Parece que estamos en una encrucijada chovinista a ambos lados de la frontera México-Estados Unidos, en una espiral que podría tener profundas implicaciones para México camino a -y potencialmente después de- las elecciones presidenciales de 2024 en EU. Los momentos de tensión en la relación bilateral, particularmente en temas vinculados a la seguridad o la soberanía, tradicionalmente tienden a favorecer a voces extremas en cada uno de nuestros países. Y me temo que estamos entrando de lleno a uno de esos momentos. El discurso alarmante -beligerante y preñado de nacionalismo rancio- y fuera de lugar del presidente López Obrador en Veracruz este fin de semana pasado se da a la par de que crecientemente, el uso de la fuerza unilateral por parte de EU para confrontar al narcotráfico operando desde territorio mexicano, sobre todo en materia de producción y trasiego de fentanilo, se está convirtiendo en uno de los pilares de la narrativa y doctrina en materia de política exterior del Partido Republicano.

Junto con un profundo antagonismo hacia todo lo que tenga que ver con China, antipatía por el argumento de que los intereses de seguridad nacional de EU pasan por apoyar a Ucrania ante la agresión rusa, su rechazo a la migración y designar al narcotráfico mexicano como organizaciones terroristas internacionales por el papel que juegan en la epidemia de abuso de opiáceos en EU, se afianza cada vez más la convicción de que la verdadera amenaza a la seguridad nacional proviene de la frontera con México. Y con ello, “bombardear México” -es decir, a los laboratorios, operaciones y propiedades del crimen organizado mexicano- se está consolidando como mantra Republicano.

Para quienes en México persisten en postular que a nuestro país siempre le va mejor con un presidente Republicano que Demócrata, o para el presidente mexicano que claramente apuesta por su amigo, Donald Trump les tengo dos mensajes: a) por mucho que les puedan gustar sus posiciones en materia de aborto, o posesión/portación de armas, o derechos y valores sociales, este ya no es el GOP de antaño. Es un partido dominado por la ultraderecha, sin espina dorsal, trumpizado y que volverá, como en 2016, a insertar a México de lleno en su narrativa de campaña, usando a nuestro país de piñata electoral; b) más vale que nos pongamos las pilas porque de regresar el GOP -con Trump o con un mini-me de Trump-a la Casa Blanca en enero de 2025, se nos viene un problema mayúsculo de política exterior y seguridad nacional.

Hoy, recurrir al anti-americanismo ya no da los réditos políticos de antaño, como adivino que el propio presidente se dio cuenta con base en lo que arrojaron encuestas previas a su discurso del 16 de septiembre pasado cuando amenazó con responder en él al panel solicitado por EU en materia de política energética. Pero además ahora, de articularse un anti-americanismo vocal desde el atril presidencial, como empieza a suceder, solo se empalmaría en el anti-mexicanismo de Trump.

El que el antiamericanismo y el antimexicanismo pudiesen enarbolarse al mismo tiempo a cada lado de la frontera en 2023 y 2024 cara a una contienda electoral presidencial simultánea ya en sí es preocupante. Que ello empate con la posibilidad de que un partido con un ala claramente antimexicana pudiese hacerse de la Casa Blanca el 5 de noviembre del próximo año, pone la mesa para un escenario poco halagüeño.

No obstante, estas consideraciones, que no nos quede duda alguna. En función de los intereses nacionales y de seguridad de México, de su sociedad y de nuestra comunidad -documentada e indocumentada- en EU, de la agenda con nuestro socio diplomático más relevante en el mundo -y mientras se exorcice al Partido Republicano o éste no sea recuperado por quienes sí creen en una democracia institucional y una sociedad abierta, tolerante, plural y diversa-es fundamental que los Demócratas, con o sin Joe Biden, se mantengan en el poder en 2024.

Pero de igual manera, y en el ínterin, adicionalmente hay que tener algo claro. La preocupación y presión por el tema del fentanilo es bipartidista. Y la Administración Biden ha mandado ya un mensaje diáfano en el transcurso de las semanas previas al discurso en Veracruz del mandatario mexicano: Washington tiene la intención y el interés de seguir cooperando con México, trabajando de la mano en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, pero si el gobierno mexicano no responde o persiste en ignorar el reto, empezará a tomar medidas por su cuenta. Y contrario a lo que pregona el presidente López Obrador, en la historia reciente de la relación bilateral, no es la confianza la que abona a y permite la cooperación; es la cooperación la que detona la confianza.

 

* Consultor internacional; diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México

 

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