La libertad de prensa, si algo significa, quiere decir la libertad de criticar y oponerse”.
George Orwell
En pleno día mundial de la libertad de prensa el presidente López Obrador arremetió ayer, por enésima ocasión, contra los medios: “Cada vez son más las mentiras. Llueven mentiras. Hay tormenta de mentiras, porque hay medios que son fábrica de mentiras y de manipulación”.
López Obrador, como antes lo hacían Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, ha hecho de la descalificación de los medios críticos no solo una costumbre sino una estrategia política. Y claramente le funciona. AMLO mantiene muy saludables niveles de aprobación en las encuestas. Sus ataques a periodistas, y en general a quienes tienen opiniones distintas a la suya, no solo no lo debilitan, sino que lo ayudan a mantener su popularidad.
Ayer, sin embargo, la organización Reporteros sin Fronteras reportó que México bajó un lugar en su clasificación de libertad de prensa en el mundo, al pasar de 127 a 128. Es verdad que nos ubicamos arriba de Corea del norte o de China, que están en los últimos lugares, 180 y 179, o de Cuba, que en el puesto 172 es el peor país de Iberoamérica, o de Venezuela, que está en 159, pero estamos atrás de Guatemala, que se encuentra en 127, Bolivia en 117 o El Salvador en 115. Los cinco países con más libertad de prensa son Noruega, Irlanda, Dinamarca, Suecia y Finlandia.
“Año tras año -señala el informe– México se mantiene como uno de los países más peligrosos y mortíferos del mundo para los periodistas”. No es que el gobierno esté asesinando a periodistas, ni que la ley establezca sanciones por ejercer la libertad de expresión, sino que “el presidente., en el poder desde 2018, no ha emprendido las reformas y acciones necesarias para frenar la espiral de violencia contra la prensa”, mientras que él “y otras figuras destacadas del Estado han adoptado una retórica tan violenta como estigmatizante contra los periodistas, a los que acusan regularmente de apoyar a la oposición”. La organización cuestiona la sección “Quién es Quién en las Mentiras” de las mañaneras, “un espacio más en el que se intenta desacreditar a la prensa”.
No dudo que haya medios que se equivocan o que mientan, pero la mayor parte de las descalificaciones de López Obrador y de su portavoz Elizabeth García Vilchis se enfocan a periodistas, medios y participantes de redes sociales simplemente por tener puntos de vista distintos a los suyos. El presidente quiere que la única fuente de información sobre su gobierno sea la mañanera. Incluso está extinguiendo Notimex: “Ya nosotros no necesitamos una agencia de noticias en el gobierno -dijo el 14 de abril-. Eso era de la época de los boletines y de la prensa oficial y oficiosa. Ya no hay eso.. Pero no es algo que nos haga falta como gobierno. Tenemos la mañanera”.
Yo no pido, como otros, que desaparezca la mañanera, aunque me doy cuenta de que es fundamentalmente un arma política de gran eficacia en las manos de López Obrador. Es claro que el presidente la utiliza constantemente para difundir difamaciones y calumnias no solo contra sus adversarios políticos sino contra quienquiera que discrepa de sus posiciones.
López Obrador no ha aplicado medidas de represión contra los periodistas críticos; no es,¡qué bueno!, un Daniel Ortega, pero sí los denuesta constantemente como hacían Trump y Bolsonaro. Esta estrategia resulta muy riesgosa en un país en el que las agresiones a periodistas son moneda de curso corriente.
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AMLO declaró el 13 de junio de 2019: “No acepto, bajo ninguna circunstancia, que miembros de mi familia hagan gestiones, trámites o lleven a cabo negocios con el gobierno en su beneficio o a favor de sus recomendados”. Pero los casos de presuntas gestiones y recomendaciones se acumulan. Ayer, sin embargo, el presidente ni siquiera tocó en la mañanera los contratos de los amigos de su hijo Andrés. En cambio, sí puso un video de Juan Gabriel.
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