El pasaje del río, en Siddhartha, de Hermann Hesse, constituye un momento clave en esa novela, ya que el protagonista tiene una profunda revelación sobre la naturaleza de la existencia y del universo. Al observar el flujo del agua y sentir la conexión con el mundo que lo rodea, el personaje entiende que todo está interconectado y que la separación es una ilusión.
Ese fragmento invita a reflexionar sobre la vida y la forma en que nos relacionamos con el mundo que nos rodea. A menudo nos aferramos a la idea de que somos seres individuales y separados, y nos perdemos en ello. Sin embargo, al igual que el agua en el río, nuestras vidas están en constante flujo y cambio, y estamos, todas y todos, conectados en un tejido común de vida y existencia.
Además, muestra la relevancia de la observación y la contemplación. Con frecuencia, las ocupaciones de nuestras vidas y por nuestras metas nos impiden tomarnos tiempo para hacer una pausa y reflexionar acerca de lo que realmente importa. Pero cuando simplemente nos permitimos estar presentes y observar qué sucede alrededor, podemos encontrar una sabiduría y un entendimiento profundos.
Ese tipo de momentos conducen a la verdadera lucidez y revelan la real naturaleza y el carácter de las personas, especialmente cuando se trata de quien tiene una enorme responsabilidad a cuestas, como es el destino de una nación, con millones de personas que están al tanto de lo que ocurre con él, de tal manera que su vida, su salud y pensamiento pasan a ser tema de la opinión pública.
El viernes pasado, un grupo de senadoras y senadores de Morena, PT, PES y PVEM tuvimos la oportunidad de saludar al presidente Andrés Manuel López Obrador en un recinto histórico de enorme belleza y significado. Se trata del sitio en donde se redactó y promulgó la Constitución liberal de 1857, que contiene símbolos de la fraternidad y del pensamiento filosófico de los hacedores de ese trascendental documento.
Después de haber superado el Covid-19 por tercera ocasión, el presidente se mostró con una lucidez plena, construyendo e hilando frases de una narrativa excepcional, pero no sólo eso, sino también realizando un balance acerca de la transformación que encabeza, así como de los retos pendientes y los desafíos que aún no se vencen.
Gran parte de su mensaje se refirió a su esperanza de alejar cualquier ruptura en el movimiento que él fundó, para lograr que la encuesta rumbo a la sucesión presidencial fuera creíble y aceptada.
Observamos a un mandatario animado, de buen humor, consciente de lo que está pasando en México, preocupado -y ocupado- por la unidad del movimiento y la prosperidad de la nación.
El llamado que oportunamente está realizando el presidente es atendible y correcto. Y, como principal conductor y constructor de la más importante expresión política que se haya observado en las últimas décadas, es visionario.
Estoy convencido de que algo ocurrió en estos días en que por tercera ocasión el presidente venció al coronavirus. Su mensaje conciliador, unitario, con perspectiva de futuro, en el que me incluyó después de dos años de no encontrarme con él, sirve ahora como una brújula política para quienes, como parte del proceso descontrolado de la sucesión anticipada, se desviaron del rumbo que necesitamos seguir para consolidar el cambio de régimen en el país.
Siempre lo he dicho y lo reafirmo: el liderazgo del presidente y su sola palabra tienen una gran influencia en quienes conformamos el movimiento. Solo él es capaz de unificar algo que parecía resquebrajado y dividido. Su fuerza moral nos permitirá alejarnos de cualquier tentación individualista, y recordar que ninguna pretensión individual debe estar por encima del bienestar colectivo. Tales fueron las ideas, el mensaje y la ruta que se establecieron en el encuentro de reconciliación que tuvo lugar la semana pasada en Palacio Nacional.
@RicardoMonrealA