V domingo de pascua

En el marco de las despedidas, que siempre generan tristezas y dudas, Jesús mueve a los suyos hacia la esperanza más importante: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar” (Jn. 14, 1-12).  

Entre los objetivos de nuestra vida, por muy claros que los tengamos, que nunca falte el más importante y definitivo: un día llegar a la casa del Padre.

Para muchos críticos de la fe católica, como Marx y otros, el tema de la vida eterna le hace bastante mal al ser humano, pues, dicen que bajo la idea de la eternidad muchos son explotados y maltratados. Señalan que la fe se reduce a consolarlos diciéndoles que todo se lo ofrezcan a Dios, que soporten y un día Dios les premiará con el gozo eterno. Obviamente, esta perspectiva de fe no es la del Evangelio y, por tanto, tampoco el sentir de la Iglesia Católica. Pues, en esencia, el proyecto del Evangelio es un camino que nos compromete a todos para trabajar por dignificar al ser humano. En el camino del Evangelio, es preciso que el ser humano también trabaje en pro de objetivos temporales, en la medida que éstos favorezcan una mejor condición de vida. De hecho, los objetivos temporales toman un mejor sentido y son, a la vez, más seguros cuando están alineados para sumar al proyecto de eternidad.

Jesús sabe que asegurar un lugar en la casa del Padre lo vale todo. Por eso, consciente de que las pruebas de la vida son difíciles, en éste evangelio, quiere garantizar lo más importante. Quiere preparar a los suyos y a todo creyente, para que a la hora de la prueba piensen en el Amor que en el cielo les aguarda (cfr. San José María Escrivá Camino n.139). Pero, a veces, nos pasa lo que a los apóstoles, no entendemos la profundidad de las enseñanzas de Jesús. Por eso Tomás le dicen: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Mas, nuestras dudas deben ser también la oportunidad para que Jesús nos aclare con detalle y nos rectifique: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Efectivamente, es legítimo que tengamos dudas. Lo que no es válido es que dichas dudas nos alejen de Jesús. Al contrario, que las dudas nos acerquen más a Él, pues sólo Él nos las puede esclarecer.  

“Dios es vida eterna y verdad cognoscible; pero nosotros tenemos la dicha de que el Verbo de Dios (Jesús), que es Verdad y Vida junto al Padre, se haya hecho Camino, asumiendo la naturaleza humana. (Por eso), camina contemplando su humildad y llegarás hasta Dios” (S. Agustín, sermones 142 y 141, 1.4).

Si crees que Jesús es el camino, no te separes de Él, pues “es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que caminar rápidamente fuera del camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando del término” (S. Tomás, Super Evangelium Ioannis).

En ese sentido, la santidad no consiste, principalmente, en una conducta intachable o en nunca volver a pecar, sino en estar en el camino que es Cristo, donde a pesar de nuestras caídas, gracias a Él, no renunciamos a la meta más importante, la Casa del Padre.

¡No nos acostumbremos a caminar sin Cristo! ¡El verdadero camino se empieza ahora, después puede ser demasiado tarde!

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *