De arriba para abajo, con una escoba, se dijo mil veces. Pero los despreciados 100 millones subieron con una aspiradora: de abajo para arriba. ¿Iguales o… peores? Ahora hay una estrategia: explotar la indignidad.
Qué pueden hacer leyes e instituciones, cuando quienes las encabezan entregan su dignidad. Las “corcholatas” y el destapador, asumieron su papel. Uno selecciona y acciona. Los otros a esperar en el fango de la sumisión. El lenguaje desnuda. No son individuos con una carrera, con capacidades. Son “corcholatas” por designio divino, por obediencia, por indignidad. La consigna pública es clara: 90 % de lealtad y 10 % de capacidad. Ellos no son la excepción. Pero, ¿es lealtad? Si fuera lealtad, término usado en el lenguaje castrense, estarían buscando el cumplimiento de las leyes. Se es leal a las instituciones, a los principios, también a las amistades. La lealtad es la argamasa de la civilización.
Pero lo que vemos no es lealtad. Los senadores ostentado sus cercanía con el gran jefe a horas del golpe, de la violación de los procedimientos que garantizan la pulcritud del proceso legislativo, no fueron leales. A los militares se les exige lealtad a su país, a sus instituciones y leyes. Hoy se les señala por desvíos y atropellos. La lealtad cruza por la conciencia. Somos leales me dijo un militar, no fieles. Y burlonamente agregó, fieles los perros. Infidelidad es la palabra que usamos para referirnos a quienes violan el pacto amoroso de exclusividad. La histórica fotografía de los senadores muestra fidelidad al personaje, no lealtad a México. La fidelidad es sometimiento, la ostentaron.
Allí está la llaga mayor. Tres horas diarias para recordar e interpretar a los feligreses cómo interpretar la fidelidad. Porque en su reino, se define todos los días: quien critique la construcción del Tren Maya, por razones medioambientales, es un infiel. Y así desde el primer día, más de cuatro años, mellando la dignidad, usándola. Que los diputados fieles aprueben esto sin mover una coma. Y lo hacen. Son indignos del cargo que ostentan, no les importa el interés superior de la nación. En ese reino, el de la fidelidad, el supremo otorga premios, con privilegios y dineros. Ciudadanos indignos de la categoría, que votan por directrices.
Pero también hay muchos mexicanos dignos. Los consejeros electorales del INE que dieron y dan la batalla por la verdadera autonomía. Los comisionados del INAI que luchan para no permitir el atropello de un derecho humano. Los diputados y senadores que han resistido las embestidas con argumentos y tomando la tribuna. Jueces desconocidos que discrepan y detienen injusticias. Los verdaderos ciudadanos que marcharon y marcharán. Los indignos cambiaron la sede sin dar aviso. Son capaces de aprobar en minutos lo que obviamente no han leído. Agreden a periodistas como Loret, Gómez Leyva o Dresser y muchos más, para mostrar fidelidad. ¿Dónde andas Denisse? Te extrañamos ayer. También lo son quienes pintan mantas y las cuelgan en la SCJN. Por qué allí -y en la UNAM también- se permiten destrozos, amenazas a ministros o a la Rectoría. El entrenamiento canino primero muestra los colmillos de quienes quieren ser reconocidos como violentos, por fidelidad. Están dispuestos a morder. Los ciudadanos verdaderos, no harían eso. Amedrentar con indignos, es la estrategia. Ni Carlos III se atrevería, ni los leales ciudadanos lo tolerarían.
Cómo es posible que la Consejería Jurídica de Presidencia desconozca los procedimientos de la Corte, que pretenda establecer una prelación en las discusiones del Pleno, peor aún, que desconozcan lo que Hans Kelsen denominó “legislación negativa” que aplican los jueces, no promulgan leyes, pero si las pueden derogar. Germán Martínez, (Reforma, 8/5/2023) buen jurista lo explica, el Ejecutivo también legisla con ordenamientos y reglamentos.
Miremos a los ojos y reclamemos dignidad en todos los niveles. Sólo así seremos una democracia.