Hay datos irrefutables de que el Mazda rojo en que viajaba Lesly Martínez Colín en compañía de Alejandro Alberto Martínez Triana, su presunto feminicida, pasó por la zona de Parres en los límites de la Ciudad de México y el estado de Morelos.
Otra vez, sin embargo, el horror llega acompañado de la confusión.

Este 30 de abril, los familiares de Lesly, una joven de 30 años de edad, madre de dos menores de 8 y 9 años, la reportaron como desaparecida.

Ese día se abrió también una ficha que reportaba la desaparición de Martínez Triana.

A este hombre, de 40 años de edad, un lunar en la mejilla derecha y una cicatriz en la mano izquierda, lo habían visto por última vez en la colonia Ampliación Piloto Adolfo López Mateos, en la alcaldía Álvaro Obregón. La ficha de Lesly (tatuaje en el antebrazo izquierdo con el nombre de “Peyton”) indicaba que el lugar de su desaparición era Jojutla, Morelos.

Más tarde se sabría que familiares y conocidos suyos habían recibido varias llamadas que no alcanzaron a contestar. Según una versión, en una de estas comunicaciones se escucharon los gritos violentos de un hombre.

La Fiscalía Especializada para la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas en la CDMX inició las tareas correspondientes.

Lesly y su presunto agresor habían sostenido una relación que terminó hace aproximadamente dos años, a consecuencia de las actitudes violentas de este. La familia de ella estaba al tanto de las razones de la ruptura. Le preocupó saber que nuevamente la habían visto al lado de Martínez Triana.

Todo dio un vuelco nueve días más tarde.

Durante ese tiempo, los familiares de Lesly se habían movilizado, llevando a cabo su propia pesquisa. Según la declaración que una cuñada de la joven desaparecida hizo ante los medios, habían localizado videos de particulares que probaban que Lesly y Martínez Triana se habían ido juntos, y en los que se veía que este regresaba a su casa “y Lesly no estaba con él”.

De acuerdo con la familia, todo fue entregado a la fiscalía.

El 9 de mayo circularon en redes imágenes desgarradoras de la familia. Ese día, los familiares de Lesly exigieron ser recibidos.

El 6 de mayo habían bloqueado el acceso a la autopista México-Cuernavaca, hasta que la policía los desalojó. Esta vez anunciaron que no iban a retirarse hasta que el fiscal May Gómez los atendiera.

Relataron más tarde que en efecto fueron atendidos. Y que les informaron que desde el viernes 5 de mayo la fiscalía contaba con una confesión realizada por la madre del presunto feminicida.

De acuerdo con esa información, Martínez Triana regresó el 1º de mayo a su casa y confesó a su madre que tras una discusión había asesinado a la joven y la había enterrado, con ramas y piedras, en la zona de Parres.

La reacción de los familiares al enterarse de una información que la fiscalía les había ocultado durante cuatro días, y que luego les fue entregada de manera irresponsable, estalló en las redes.

Ante la falta de respuestas y de información, padres, hermanos, tíos, primos, conocidos de la joven desaparecida apedrearon las instalaciones de la fiscalía, rompieron vidrios y puertas, llenaron las paredes con pintas: “Te vamos a encontrar”, “Queremos al fiscal”, “¡Justicia!”.

Hace poco más de un año, en marzo de 2022, familiares de desaparecidos protestaron ante el búnker de la Fiscalía General de Justicia de la CDMX. Ahí estaba la madre de Jael Monserrat Uribe Palmeros, una muchacha que en julio de 2020 abordó un auto, y no volvió a ser vista.

La madre de Jael denunció que, ante la ineptitud y las omisiones de la fiscalía, la familia –como siempre– se había visto obligada a realizar su propia búsqueda. Localizaron, en las tiendas de la zona, tres videos en los que aparecía el vehículo que había abordado la joven. Los obtuvieron y entregaron a los investigadores.

Solo para descubrir tiempo después que en la fiscalía habían perdido los videos. Que ya no había rastro alguno del auto en que Jael había desaparecido.

Decenas de personas denunciaban aquel día el desinterés, el desconocimiento, la falta de sensibilidad de los funcionarios encargados de buscar las personas desaparecidas.

Un año más tarde todo eso vuelve a emerger y como de costumbre no hay responsables: solo hay esas imágenes partidoras del alma que nos vuelven a recordar el tiempo que atravesamos, y en manos de quién estamos.

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