Se advierte que estamos frente a una potencial crisis económica y financiera a nivel global. En tiempos recientes, historias como las del Credit Suisse, el segundo banco de mayor tamaño en Suiza después del UBS (Banco de la Unión), que se ha desplomado y ha generado la necesidad de rescate para evitar la debacle de los mercados financieros globales, así como la quiebra del Silicon Valley Bank y el Signature Bank, son manifestaciones de que “algo no anda bien”.
Esta percepción, de crisis, es referente a la situación adversa financiera y económica con afectación a múltiples regiones que está gestándose en estos últimos meses de manera más marcada. Desafortunadamente, no podemos hablar solamente de una “crisis bancaria”, puesto que la afectación del trasfondo económico se vuelve de trascendencia omnipresente, ya que altera a todas las facetas de la vida, a todos los individuos, con perturbación del equilibrio social, disrupción incluso de las relaciones nacionales e internacionales y es manifiesto que somos dependientes y sujetos a las condiciones económicas y financieras que desafortunadamente cada día están más distorsionadas.
La sacudida al sistema político-económico rector de la actualidad afecta todos los órdenes incluyendo a la salud, la cual se vuelve un desafío muy particular. Los servicios sanitarios tal y como se proveen al día de hoy, son cada vez más dependientes del mercado. Se dice y no pasa nada: la salud es una mercancía que se vuelve más cara en la medida que, por ejemplo, se vuelven más caros los productos dedicados a diagnosticar y tratar enfermedades. Lo anterior genera a su vez una mayor desigualdad e inequidad en el acceso a servicios médicos, ya sea entre países “ricos” o “pobres”, pero también entre los ciudadanos y muchos de ellos se transforman ahora en una presión asistencial.
Una medicina costosa es entonces generadora de brechas poblacionales en relación a accesibilidad a servicios médicos, lo que se contrapone al “deber ser” del ejercicio médico y lo declarado por multitud de consensos u organizaciones en relación a “garantizar el acceso a la salud” como derecho fundamental humano.
Las crisis financieras son genuinas perturbadoras de los determinantes sociales en salud, es decir, las circunstancias en las que la gente nace, crece, vive, trabaja, envejece y se relaciona con todas esas variables que afectan a los individuos (distribución de poder, dinero y recursos). Al final del día, las condiciones de la vida cotidiana y de la propia muerte están marcadas por esos conductores que son los factores económicos y relacionados. Las consecuencias directas, como el desempleo, la inseguridad laboral y un marcado descenso del poder adquisitivo, tienen efectos muy marcados en la salud de las personas.
De igual manera, hemos de ser sinceros: ¿qué se puede hacer? ¿Qué es lo que está por venir? Realmente, debido a la gran incertidumbre que se asocia a la crisis actual, solamente quedan ejercicios de especulación, asunciones, presunciones e intentar hacer el mejor análisis posible, sin embargo, al final del día queda solamente la esperanza (si es que así puede llamarse) de que aquellos detrás de bambalinas actúen de manera sensata y responsable (lo que suena no del todo posible) y se tomen las mejores decisiones para intentar poner orden en un verdadero caos generado por gasto desmedido, deuda impagable, generación sinsentido de flujo de dinero sin sustento real, que al final del día crea solamente un mundo de ilusión.
Al final, el comentario estimado lector, podría ser el de “estar preparados” y anticipar que las necesidades de atención en salud, serán de difícil acceso y es necesario tomar providencias para poder satisfacerlas. Bajo las circunstancias actuales, será importante estar vigilantes. La luz al final del túnel, no se aprecia del todo cercana.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre