Marzo de 1857, entre los miles de manuscritos recolectados por la Sociedad Asiática de Calcuta, Edward Byles Cowell se fija en unos versos escritos en persa, idioma que había aprendido de forma autodidacta y que lo habían llevado a clasificar los manuscritos de la biblioteca Bodleian en Oxford, donde también había encontrado versos atribuidos al mismo autor. Cowell realiza una traducción literal y la remite al poeta Edward FitzGerald, amigo y ex-alumno de poesía persa en Londres, quien por entonces se había dedicado a traducir al inglés dramas de Calderón de la Barca.
FitzGerald, admirador de la poesía de Hafez de Shiraz, quedó impresionado por la aparente mundanidad y escepticismo de los versos:
“Oigo decir que los amantes del vino se condenarán. No hay verdades, pero sí mentiras evidentes. Si los amantes del vino y del amor van al Infierno, el Paraíso debe de estar vacío.”
Así da inicio a la versificación de 75 cuartetos, o rubaiyat, en persa, que publicará la Fraser’s Magazine dos años más tarde, en enero de 1859, con una tirada de 250 ejemplares. La traducción de FitzGerald busca respetar la métrica y el ritmo originales, con versos de arte mayor, cuyos dos primeros riman con el último y dejan un verso libre. La pequeña publicación poco a poco se abrió paso entre los lectores y llevó a una segunda ocho años más tarde a la cual se añadieron 35 cuartetos. La versión definitiva, publicada de forma póstuma en 1889, cuando el Rubaiyat había alcanzado dos millones de ejemplares impresos, contiene las 101 estrofas que conocemos actualmente.
Del autor, Omar Khayyan, sabemos muy poco, incluso algunos especialistas niegan que haya existido en realidad, pero se supone que vivió en el antiguo Irán entre el 1048 y el 1131 d.C., y fue más conocido como matemático y astrólogo. Pero ya sean invenciones de FitzGerald o de Cowell, o su nombre fuese empleado para compendiar varios siglos de tradición persa, para 1929 se contaban con más de 300 ediciones en idioma inglés, que habían detonado a su vez miles de traducciones en las más diversas lenguas del mundo, y hasta trabajos paródicos de muy diversa laya.
La que llegó a mí, exquisitamente rimada por el argentino Joaquín V. González, data de 1926 y además de considerar la traducción de FitzGerald, se apoya en la versión francesa de J.B. Nicolas y la otra inglesa de Fréderick Barón Corvo.
Aunque las opciones para disfrutarlo son muchas, me despido con un par de cuartetos de la versión arriba citada:
26
¡Oh, sí!, apresuremos nuestro humano trajín,
antes que suene la hora de bajar hasta el polvo…
Polvo al polvo y debajo yacer del polvo ruin,
sin vino, sin canciones, sin cantar y… ¡sin fin!
32
Llegado a este universo el porqué ignorando
y el de dónde, como agua que quiéralo o no corre,
salgo de él como el viento que, el desierto cruzando,
sin saber hacia dónde quiera o no sigue andando.
panquevadas@gmail.com