Ella dio las instrucciones, podía ver su rostro tras mi pantalla, y es que en estos tiempos que se recortan las distancias, observamos tan cerca nuestros rostros, nos vemos sin tocarnos por el visor de la computadora, y en este desfase de kilómetros que la tecnología permite, escuchamos nuestras voces que conservan el mismo sonido.
Explica la simbología; las mujeres de mi árbol son círculos, los hombres los representa un cuadrado. Yo estoy ubicada en la base de mi cartulina donde comienza a erigirse mi árbol en rígidas líneas, la materna del lado derecho, la izquierda para la rama paterna, dice. Hace mucho hincapié en las fechas, los nacimientos y los decesos son de gran importancia, así que he escudriñado esta información difusa como la niebla en interrogatorios imprecisos porque se diluye en el tiempo como la tinta en el agua.
El objetivo lo tengo claro, sanar el árbol transgeneracional, voy a descubrir los síntomas y los seguiré minuciosamente hasta ver desde dónde se fue gestando ese mal que ha seguido afectando a otras generaciones, a decir de ella.
Voy para la cuarta sesión y todo me parece muy vago, pero debo tener paciencia, apenas estamos comenzando, es pronto para cantar victoria. Por lo pronto, mi árbol geométrico se llena de datos, como pequeñas flores que abrieran sus pétalos en el papel. Tengo muchos adelantos, poseo mucha información que desconocía, la que me está permitiendo ver a mis ancestros con otros ojos.
Han dejado de ser círculos o cuadrados, son personas que me precedieron en el tiempo, que tuvieron altibajos, desasosiegos como los míos, así que trato de ser empática y comprender sus mundos lejanos con una mirada bondadosa.
Veo una serie de cuadros pequeños arriba de mi pantalla, son otros rostros curiosos que como yo están a la expectativa, algo tenemos en común, compartimos la decisión de sanar, liberar, descubrir. Sacar a flote los trozos de madera que se quedaron anclados en mares profundos, probablemente descubramos un galeón sepultado en su totalidad. Así que, buceamos en tiempos perdidos, esperamos respuestas a destiempo, que nunca llegan tarde a decir de ella.
Con todas las piezas será sencillo, ahora no lo es y aún estoy en el terreno de las especulaciones, pero espero que sea pasajero. Lo tengo claro; soy la hija de Rodolfo y Rocío, la nieta de Salvador que es mi doble por nombre, he dejado de ser un ser individual para tomar mi lugar en el árbol multicolor, y con respeto, ocupo mi sitio. Siento correr la savia que me alimenta, soy un fruto que llevo sus genes viajeros. Estoy aquí.
Aunque me resisto a creer en muchas de estas teorías, y optar por la responsabilidad de los propios actos sin buscar culpables. El pasado está escrito en piedra, no se puede mover una coma de sus historias, más, como senda de enseñanza, busco en sus líneas para no errar el rumbo y sacar moralejas. No sé qué seguirá en el taller, muy probablemente se me aclaren varias interrogantes que me han acompañado, aunque algo me dice que no lo comprenderé trepando por sus ramas.
Somos individuos dotados de libre albedrío, algunos, optaron por el bien y fueron libres, otros se encadenaron a sus acciones. Su cara amable me saluda, afirma que juntas recorremos esta senda de sanación. Yo le respondo que sí, porque tengo toda la intención de descubrir los estropicios del árbol, y lo que pueda contribuir en mi presente lo haré con gusto, porque el mundo está lleno de buenas intenciones como las mías. Ya les estaré contando.