Para cuando termine el viernes 16 de junio, ya habrán renunciado las seis corcholatas presidenciales a sus cargos y estarán inscritas para el periplo de su precampaña.
Sí, esto es una precampaña. Escucho a algunos colegas en la radio, en la tele y en la web, hablar con delicadeza y evitar el término por temor a que el INE los termine sancionando, cuando no hay nada que temer, realmente.
Los medios y comunicadores deberíamos decir las cosas como son: no estamos violando ninguna norma; esto es claramente una precampaña a la que la 4T no le llama precampaña por el miedo a comerse sus propios dichos frente a todos. Así o más claro: La 4T se está pasando la ley por el Arco del Triunfo y le seguirá valiendo madres lo que diga cualquier autoridad electoral.
Al final, las autoridades electorales de hoy en día son de chocolate. El INE se aplaca con un desayuno de migajas en Palacio Nacional para tomarse la foto con el gran tlatoani y aunque en el Tribunal Electoral existen algunos perfiles con relativa independencia, la verdad es que nadie se aventará el tiro de sancionar a las corcholatas ni a su partido, al menos no con una sanción ejemplar que consistiría en la anulación del registro o la inhabilitación de la candidatura.
Ya lo verán, por ahí de mediados de septiembre la cosa terminará con un jalón de orejas y alguna multa que, al final, pagaremos los ciudadanos.
Tampoco habrá nadie que fiscalice la precampaña, hay patente de corso, carta libre y veremos a las corcholatas despilfarrando millones de pesos y difícilmente sabremos su procedencia. ¿Será de la corrupción?, ¿será del narco?, ¿será de la extorsión?, ¿será de los desvíos de sus otrora dependencias?, ¿será de generosos empresarios con inconfesables fines?
Mario Delgado cerrará los ojos ante las recaudaciones, aportaciones, gastos y despilfarros de sus corcholatas. Dice que el movimiento funciona de abajo para arriba, con aportaciones de la gente y que todo será austero, aunque no hay manera de comprobar ¡nada!
Una gira nacional de 70 días para promover una candidatura no puede ser “austera”.
Pensemos, por ejemplo, que la corcholata promedio visitará 50 ciudades en unos 21 estados con un equipo micro de 5 personas, estamos siendo ultra austeros, rayando en la pobreza franciscana. Todavía así, entre vuelos, hoteles, gasolinas y comida, el gasto no disminuye de unos 5 millones de pesos, a eso habría que sumarle la organización de los eventos que no son nada baratos, hay que rentar sonido, imprimir lonas, llevar gente, promocionar en diversos medios y un amplísimo etcétera. Por más austera que sea la precampaña no parece que alguna corcholata pueda gastar menos de unos 10 millones; pero en el caso de los punteros la cifra puede llegar a quintuplicarse.
Vamos con la referencia más inmediata: en el 2017, el tope de gasto de precampaña presidencial para los aspirantes fue de ¡67 millones de pesos! Sin embargo, mediante las chicanadas de siempre, es muy probable que los partidos gastaran al menos el doble de esa cantidad.
Para muestra un botón: ¿Se acuerda de las empresas que en algún momento contrató Esquer Verdugo para la precampaña de López Obrador en el 2018?, En un país con tantos escándalos la memoria termina aturullada, pero por aquellas fechas el PAN presentaba quejas dado que las empresas de Morena reportaban gastos de 36 mil pesos cuándo en realidad sus eventos rebasaban los ¡400 mil pesos!
Ya veremos las cifras, pero le apuesto que nos van a mentir otra vez y que al final no va a pasar absolutamente nada.
De Colofón
Cambio de señales: Claudia Sheinbaum ya no tiene la candidatura en la bolsa, el presidente quiere ver a sus corcholatas enfrentadas para medir fuerzas y mandar una señal que incline la encuesta a favor de uno u de otra.
Sin el halo de la Jefatura de Gobierno, ni del presidente cargando su aspiración todos los días, Sheinbaum tendrá que reinventarse rápido y no parece cómoda, cosa curiosa porque a Ebrard le pasa lo contrario, no deja de ser el carnal de López Obrador, pero ahora quiere brillar con luz propia.
El siguiente round será en unos días más cuando la Comisión de Elecciones valide las preguntas de la encuesta y el valor asignado a cada una.
Y ya nada más faltan ¡351 días! para la elección presidencial.